FSLN: Amargura e inocencia
En su libro Adios muchachos Sergio Ramírez hace un paneo que parte de los años del exilio en la década de los setenta y llega hasta el presente. El libro habla de su exilio vivido en parte en Costa Rica, donde nacieron sus hijos, y en parte en Berlín; de la época de la insurrección final, cuando su casa en San José "se volvió centro de conspiración, bodega de abastos, tesorería, cuartel, oficina de relaciones públicas, y refugio"; del día del triunfo de la Revolución; de los diez años de guerra enfrentando a la "contra" financiada por Estados Unidos; y de la posterior derrota electoral de ese proceso político en 1990.
"La revolución juvenil –explica- que deslumbró al mundo por su frescura, por sus ambiciones de cambio, por presentarse como una gran aventura humanista, sin cálculos y lejos de la politiquería matrera que había consumido siempre las oportunidades de este país a lo largo de toda su historia, se vio de pronto despojada de sus ímpetus creadores, y sus líderes empezaron a sufrir de una vejez prematura que se proyecta como una sombra de decadencia sobre la idea de la revolución misma, que ellos pretenden acaparar". Para Ramírez la derrota de la Revolución Sandinista "se trató, se sigue tratando, no de otra cosa que de una derrota ética".
En el libro hay testimonio político, pero también se puede encontrar la visión de un hombre que ve cómo su vida familiar es avasallada por la actividad pública, al punto que una vez su mujer "con grave ironía, pidió a Juanita Bermúdez, mi asistenta, que la pusiera en la agenda de mis citas diarias, y apareció en mi despacho con una lista de asuntos de los dos que quería tratar conmigo". A pesar de su posición, Ramírez vivió algunas de las angustias que eran comunes a cualquier familia en época de guerra, ya que su hijo, Sergio, estaba combatiendo en la frontera como parte de los Batallones de Lucha Irregular del Ejército Sandinista, cumpliendo su servicio militar. "Subió Sergio a la plataforma del camión donde los compañeros lo apuraban entre gritos festivos como si fueran en excursión, y nos quedamos en la calle desolada hasta que dejó de oírse el motor que se perdía en la noche de Managua, para volver en silencio a la cama que a partir de entonces se volvió hostil al sueño". Durante los meses que su hijo estuvo en la guerra, Ramírez tuvo que vencer la tentación de tomar el teléfono y traerlo de vuelta a casa. "A algunos en la cumbre no iba a extrañarles, no habían dejado a sus propios hijos irse a la guerra y más bien sería un alivio para ellos", comenta.
La amargura de algunas de las páginas de Adios Muchachos se combina con otras en las que narra los primeros años de la Revolución, en capítulos bautizados con nombres como "La edad de la inocencia". Entre los jóvenes héroes de entonces el autor acostumbra recordar, por emblemática, la figura de uno de ellos, Francisco Rivera "El Zorro", cuyas hazañas fueron recogidas en el libro El Zorro que prácticamente no se conoce fuera de Nicaragua y que el propio Ramírez dotó de forma literaria, aunque manteniendo la primera persona del testimonio. A veinte años de aquellos episodios, Ramírez aún rescata en "El Zorro" el lado puro de la Revolución: "El Zorro nunca se hizo viejo, ni matrero, ni vanidoso, ni falso. Sobrevivirá de él su retrato de juventud en algún descanso de la marcha, dejándose ver apenas frente a la cámara que se esfuerza en encontrarlo, joven antes o después del combate. El retrato del héroe que no muere, ni envejece, ni se envilece. Un retrato puro. El retrato de una generación que hizo lo suyo sin concesiones, con dignidad y genio, y sin alarde. Quizás ya no habrá otra generación igual a ésa, como no habrá otro Zorro. Joven siempre, y siempre en marcha".
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en el suplemento El País Cultural, de Montevideo - 29 de setiembre de 2000)
==Quinta parte de cinco
* 1- Retrato de escritor con vicepresidencia
* 2- Niño estrábico con lentes.
* 3- La música, los libros y la risa .
* 4- La margarita.
* 5- FSLN: Amargura e inocencia.
"La revolución juvenil –explica- que deslumbró al mundo por su frescura, por sus ambiciones de cambio, por presentarse como una gran aventura humanista, sin cálculos y lejos de la politiquería matrera que había consumido siempre las oportunidades de este país a lo largo de toda su historia, se vio de pronto despojada de sus ímpetus creadores, y sus líderes empezaron a sufrir de una vejez prematura que se proyecta como una sombra de decadencia sobre la idea de la revolución misma, que ellos pretenden acaparar". Para Ramírez la derrota de la Revolución Sandinista "se trató, se sigue tratando, no de otra cosa que de una derrota ética".
En el libro hay testimonio político, pero también se puede encontrar la visión de un hombre que ve cómo su vida familiar es avasallada por la actividad pública, al punto que una vez su mujer "con grave ironía, pidió a Juanita Bermúdez, mi asistenta, que la pusiera en la agenda de mis citas diarias, y apareció en mi despacho con una lista de asuntos de los dos que quería tratar conmigo". A pesar de su posición, Ramírez vivió algunas de las angustias que eran comunes a cualquier familia en época de guerra, ya que su hijo, Sergio, estaba combatiendo en la frontera como parte de los Batallones de Lucha Irregular del Ejército Sandinista, cumpliendo su servicio militar. "Subió Sergio a la plataforma del camión donde los compañeros lo apuraban entre gritos festivos como si fueran en excursión, y nos quedamos en la calle desolada hasta que dejó de oírse el motor que se perdía en la noche de Managua, para volver en silencio a la cama que a partir de entonces se volvió hostil al sueño". Durante los meses que su hijo estuvo en la guerra, Ramírez tuvo que vencer la tentación de tomar el teléfono y traerlo de vuelta a casa. "A algunos en la cumbre no iba a extrañarles, no habían dejado a sus propios hijos irse a la guerra y más bien sería un alivio para ellos", comenta.
La amargura de algunas de las páginas de Adios Muchachos se combina con otras en las que narra los primeros años de la Revolución, en capítulos bautizados con nombres como "La edad de la inocencia". Entre los jóvenes héroes de entonces el autor acostumbra recordar, por emblemática, la figura de uno de ellos, Francisco Rivera "El Zorro", cuyas hazañas fueron recogidas en el libro El Zorro que prácticamente no se conoce fuera de Nicaragua y que el propio Ramírez dotó de forma literaria, aunque manteniendo la primera persona del testimonio. A veinte años de aquellos episodios, Ramírez aún rescata en "El Zorro" el lado puro de la Revolución: "El Zorro nunca se hizo viejo, ni matrero, ni vanidoso, ni falso. Sobrevivirá de él su retrato de juventud en algún descanso de la marcha, dejándose ver apenas frente a la cámara que se esfuerza en encontrarlo, joven antes o después del combate. El retrato del héroe que no muere, ni envejece, ni se envilece. Un retrato puro. El retrato de una generación que hizo lo suyo sin concesiones, con dignidad y genio, y sin alarde. Quizás ya no habrá otra generación igual a ésa, como no habrá otro Zorro. Joven siempre, y siempre en marcha".
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en el suplemento El País Cultural, de Montevideo - 29 de setiembre de 2000)
==Quinta parte de cinco
* 1- Retrato de escritor con vicepresidencia
* 2- Niño estrábico con lentes.
* 3- La música, los libros y la risa .
* 4- La margarita.
* 5- FSLN: Amargura e inocencia.
Etiquetas: Nicaragua, Nicaragua y México
<< Home