Túnez, la rebelión de los desempleados
por RLB
Los caminos de Mohamed Bouazizi, un joven tunecino de 26 años, se fueron cerrando. A pesar de ser profesional universitario estaba sin trabajo. Para mantener a su familia montó un pequeño puesto callejero de frutas y verduras, pero la policía le confiscaba sistemáticamente la mercadería aduciendo que carecía de permiso municipal. Pocos días antes de fin de año se prendió fuego a lo bonzo.
El hecho fue el disparador de una serie de protestas sociales en Túnez que al momento ya superan los veinte muertos por choques con la policía. El miércoles 12, el presidente Zine El Abidine Ben Ali, que lleva 23 años en el poder, destituyó al ministro del Interior y anunció una investigación de la actuación policial. El jueves 13 dijo que no volverá a intentar la reelección y bajó los precios de la leche y el pan. Con estas medidas el mandatario parece apostar a que, como ocurrió en 2008, las aguas vuelvan a su cauce. Intenta hacer “control de daños” antes de que aumente el riesgo de tsunami. Sin embargo, las demostraciones callejeras continuaron. Ahora las consignas piden su renuncia inmediata.
Decisiones desesperadas como la de Mohamed Bouazizi no son algo nuevo. “Últimamente las inmolaciones por fuego se han multiplicado en Túnez”, se lee en el blog Una muchacha tunecina (http://atunisiangirl.blogspot.com). Algunas de esas muertes tuvieron repercusión en Internet (“ya que los medios oficiales se contentan con presentarnos las actividades del presidente, del partido en el poder o los deportes”) como la de Abdesselem Trimeche en abril de 2010. Otras, como la de Chamseddine El Hani, ocurrida el 19 de noviembre de 2010 luego de “sus múltiples solicitudes de empleo denegadas, y sus tentativas de inmigración ilegal evitadas”, pasan inadvertidas incluso en la blogosfera. Pero la más reciente pareció rebasar cierto límite no escrito. Las protestas estallaron en las calles y llegó la represión. “Con munición real”, según denuncian varios bloggers mostrando fotografías de los muertos.
El rostro de Mohamed, al que una mano toma de la pera mientras la cámara digital lo registra en plena calle, donde acaba de morir. Una mujer, Manel, con los ojos abiertos, tendida sobre un tapete bordó y con un Corán en la cabecera. Nizar, velado sobre una alfombra que parece de ratán, con su madre arrodillada a su lado: un pañuelo blanco estampado con flores rosadas le sostiene la mandíbula.
Al igual que ocurrió con las protestas de los monjes birmanos en Myanmar, la principal fuente de información sobre la revuelta tunecina son los jóvenes bloggers que usan sus bitácoras en Internet para burlar la limitación informativa. Se les llama netizens, una modificación de la palabra inglesa para ciudadanos. Ya no se definen por el prefijo “ciudad” sino por el de red, la net. Activistas de nuevo tipo que como siempre buscan incidir en sus sociedades, sólo que en lugar de la palabra en la asamblea, el boletín mimeografiado o la pintada nocturna (a veces no es “en lugar” sino además), utilizan las nuevas tecnologías: el blog, Facebook, los 140 caracteres urgentes de Twitter. El ágora sigue siendo la plaza pública, aunque ahora no se trata de un lugar sino de una red de lugares. No sucede necesariamente “a las cinco en punto de la tarde” sino que se puede “tomar parte” asincrónicamente.
Pero las cosas no son tan etéreas como parecen. Los bloggers necesitan de espacio en un servidor y de conexión a Internet, y aunque el primero lo encuentren de manera gratuita en plataformas globales como blogspot o wordpress, la segunda es provista por operadores regulados estatalmente y como tal puede limitarse, cortarse, o usarse como medio de rastreo. Ocurre que aunque utilicen nicks (seudónimos) la actividad de una computadora es anónima sólo en apariencia. Deja una huella, la dirección IP, que puede vincularse con cierta facilidad a una dirección física. De ahí a la detención restan pocos pasos.
De acuerdo con un reporte de Amira Al Hussaini en Global Voices, se han registrado ataques a las cuentas de correo electrónico de los ciberactivistas tunecinos como represalia a acciones de hackers contra sitios web del gobierno. Al Hussaini recuerda que en 2010 Túnez bajó diez escalones en el Índice Mundial de la Libertad de Prensa, situándose en el lugar 164, entre los peores de la clase.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 14-I-2011)
Los caminos de Mohamed Bouazizi, un joven tunecino de 26 años, se fueron cerrando. A pesar de ser profesional universitario estaba sin trabajo. Para mantener a su familia montó un pequeño puesto callejero de frutas y verduras, pero la policía le confiscaba sistemáticamente la mercadería aduciendo que carecía de permiso municipal. Pocos días antes de fin de año se prendió fuego a lo bonzo.
El hecho fue el disparador de una serie de protestas sociales en Túnez que al momento ya superan los veinte muertos por choques con la policía. El miércoles 12, el presidente Zine El Abidine Ben Ali, que lleva 23 años en el poder, destituyó al ministro del Interior y anunció una investigación de la actuación policial. El jueves 13 dijo que no volverá a intentar la reelección y bajó los precios de la leche y el pan. Con estas medidas el mandatario parece apostar a que, como ocurrió en 2008, las aguas vuelvan a su cauce. Intenta hacer “control de daños” antes de que aumente el riesgo de tsunami. Sin embargo, las demostraciones callejeras continuaron. Ahora las consignas piden su renuncia inmediata.
Decisiones desesperadas como la de Mohamed Bouazizi no son algo nuevo. “Últimamente las inmolaciones por fuego se han multiplicado en Túnez”, se lee en el blog Una muchacha tunecina (http://atunisiangirl.blogspot.com). Algunas de esas muertes tuvieron repercusión en Internet (“ya que los medios oficiales se contentan con presentarnos las actividades del presidente, del partido en el poder o los deportes”) como la de Abdesselem Trimeche en abril de 2010. Otras, como la de Chamseddine El Hani, ocurrida el 19 de noviembre de 2010 luego de “sus múltiples solicitudes de empleo denegadas, y sus tentativas de inmigración ilegal evitadas”, pasan inadvertidas incluso en la blogosfera. Pero la más reciente pareció rebasar cierto límite no escrito. Las protestas estallaron en las calles y llegó la represión. “Con munición real”, según denuncian varios bloggers mostrando fotografías de los muertos.
El rostro de Mohamed, al que una mano toma de la pera mientras la cámara digital lo registra en plena calle, donde acaba de morir. Una mujer, Manel, con los ojos abiertos, tendida sobre un tapete bordó y con un Corán en la cabecera. Nizar, velado sobre una alfombra que parece de ratán, con su madre arrodillada a su lado: un pañuelo blanco estampado con flores rosadas le sostiene la mandíbula.
Al igual que ocurrió con las protestas de los monjes birmanos en Myanmar, la principal fuente de información sobre la revuelta tunecina son los jóvenes bloggers que usan sus bitácoras en Internet para burlar la limitación informativa. Se les llama netizens, una modificación de la palabra inglesa para ciudadanos. Ya no se definen por el prefijo “ciudad” sino por el de red, la net. Activistas de nuevo tipo que como siempre buscan incidir en sus sociedades, sólo que en lugar de la palabra en la asamblea, el boletín mimeografiado o la pintada nocturna (a veces no es “en lugar” sino además), utilizan las nuevas tecnologías: el blog, Facebook, los 140 caracteres urgentes de Twitter. El ágora sigue siendo la plaza pública, aunque ahora no se trata de un lugar sino de una red de lugares. No sucede necesariamente “a las cinco en punto de la tarde” sino que se puede “tomar parte” asincrónicamente.
Pero las cosas no son tan etéreas como parecen. Los bloggers necesitan de espacio en un servidor y de conexión a Internet, y aunque el primero lo encuentren de manera gratuita en plataformas globales como blogspot o wordpress, la segunda es provista por operadores regulados estatalmente y como tal puede limitarse, cortarse, o usarse como medio de rastreo. Ocurre que aunque utilicen nicks (seudónimos) la actividad de una computadora es anónima sólo en apariencia. Deja una huella, la dirección IP, que puede vincularse con cierta facilidad a una dirección física. De ahí a la detención restan pocos pasos.
De acuerdo con un reporte de Amira Al Hussaini en Global Voices, se han registrado ataques a las cuentas de correo electrónico de los ciberactivistas tunecinos como represalia a acciones de hackers contra sitios web del gobierno. Al Hussaini recuerda que en 2010 Túnez bajó diez escalones en el Índice Mundial de la Libertad de Prensa, situándose en el lugar 164, entre los peores de la clase.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 14-I-2011)
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