31 diciembre 2010

Seguir siendo

Podríamos decir que la noticia se difundió como “reguero de pólvora” entre los periodistas de los medios escritos. Sin embargo la metáfora está totalmente demodé. Digamos entonces que se multiplicó “de manera viral” a fuerza de esos “me gusta” y twiteos que la replicaron en perfiles y cuentas. El hecho es que ese link a una entrevista publicada por El País de Madrid se envió y se reenvió con fruición. El entusiasmo es comprensible: el director del Die Zeit anunciaba que el secreto de las ganancias de ese periódico alemán no era otra cosa que el anacrónico periodismo de calidad.

Giovani di Lorenzo, que así se llama, no sólo niega la anunciada muerte de los medios escritos sino que asusta a los profetas con su receta: “Seguimos haciendo textos muy largos, no nos adaptamos a las modas y continuamos haciendo un periódico bastante difícil. Creo que esta fue una de las razones de nuestro éxito. En un momento en el que la gente necesita orientación, se dirige a medios que no han cedido ante compromisos”.

Esta década estuvo signada por debates y profecías –apocalípticas unas, razonables otras– sobre la extinción (o casi) de la prensa. Ya había sido amenazada por la televisión, pero el avance alucinante de la tecnología y el creciente acceso a ella por cada vez más personas volvieron más tangible la amenaza. En algunos casos no fue sólo amenaza, y grandes popes de la prensa mundial encararon medidas de salvataje forzoso. Entretanto, los medios escritos, con el papel y la imprenta, con una litografía de San Güttemberg en el portarretratos, con la redacción, el estilo, la confirmación de fuentes, la confrontación de puntos de vista. ¿Anacronismos de un tiempo en que millones de dedos meten y sacan noticias y opiniones en la web, bloguean, postean y, a veces –no siempre–, tiran los cánones por la borda y con ellos la gramática y las bases del oficio como trastos viejos? Y sin embargo aquello que afirmaba Di Lorenzo ya lo había profetizado, años atrás, la directora del también alemán Der Spiegel en una charla en Montevideo que pasó casi inadvertida. El periodismo de calidad como antídoto. No para negar lo nuevo, sino para generar un “ecosistema sostenible” donde el lector crítico no sea una especie en extinción y pueda abrevar de todas las fuentes: sí de lo interactivo, por qué no del espectáculo, claro que de lo lúdico, pero también de la investigación y el análisis, del placer de la lectura.

Muchas muertes anunciadas no se cumplieron. La televisión no mató al cine ni a la radio, como se dijo. El cine no mató al teatro, como también se dijo. Los sucesivos soportes de reproducción musical no mataron a los recitales y conciertos, como se dijo. Todas esas manifestaciones debieron repensarse, buscar formas de atraer quizá distintas –no siempre–, algunas cambiaron su escala, pero allí están. Eso no asegura que el periodismo escrito sobreviva, porque algunas muertes sí se cumplieron, aunque sea en forma parcial: por ejemplo, nadie va a Europa en barco, como no sea pagando los costos de un crucero. En la primera década del siglo xxi los diarios europeos perdieron la friolera de 12 millones de lectores. ¿Serán los diarios y semanarios lujosas publicaciones carísimas sólo accesibles para –y hechas por– unos pocos privilegiados amantes de la lectura en papel? O eso o el Titanic, vaya gracia.

Por suerte no hay unanimidad sobre el futuro. “La revolución tecnológica es una crisis del modelo de negocios de los medios de comunicación. El periodismo escrito no se va a acabar nunca”, dijo la notable periodista chilena Mónica González (radio El Espectador, abril de 2010). Y también “No es la vorágine de la noticia de último momento la que te mantiene informado, es el trasfondo de la noticia, su origen, la negociación de poder que hay implícita”.

Frente a ese foro gigantesco y con tantos actores donde casi nada queda afuera que es la información internáutica, ¿dónde quedamos? “El periodista es un mediador entre la realidad y los lectores, y el mundo de Internet es un mundo sin mediadores”, apuntaba Juan Luis Cebrián como director de El País de Madrid. ¿El mundo dejará de precisar esos mediadores? ¿Dejará de precisar la investigación fundada, la contextualización que ayude a entender, la prosa escrita por quien ama escribir, esto es, no sólo con respeto por la gramática sino con placer, con pasión, con alegría? No parece creerlo Gabriel García Márquez, hombre de alma periodística si los hay: “Escribir sale del alma, los otros medios son aparatos, son máquinas”, dijo el colombiano, aunque sin dejar de lamentarse por la mala calidad de la prosa periodística que lee cada día.

Pero sin fundamentalismos. El director de Die Zeit, aquél del anuncio inicial que tanto nos entusiasmaba, tiene montada una redacción digital paralela con 60 personas. Todos los grandes medios han comprendido que las versiones en Internet son esenciales para su supervivencia. Aunque todavía no sepan cómo usarlas. Se han hecho mil ensayos, muchas veces con marchas y retrocesos, y no siempre con números en positivo. Pero no es una carretera de una sola vía: los proyectos de comunicación que nacieron en y para Internet se han dado cuenta de que también necesitan tener un pie en el mundo real. El ejemplo más claro de esto es Wikileaks. Su conjunto de servidores, claves cifradas, bases de datos habrían resultado impotentes para presentar el Cablegate de no haberse aliado con un puñado de medios impresos de prestigio. Fueron esos medios escritos los que legitimaron la operación de destape de los secretos de la diplomacia estadounidense con su tarea de sistematización, ponderación y análisis. Los mediadores de los que habla Cebrián.

¿Y por casa? El tránsito de 2010 a 2011 encuentra a Brecha con sus primeros 25 años cumplidos. Festejamos, premiamos –a Serrat nada menos, con muchísima más repercusión fuera de fronteras que adentro, como lo marcan ciertas ominosas reglas del juego vernáculo–, y sin parar editamos el semanario cada viernes. Pero la fiesta, tan necesaria, tan gratificante, no es todo el paisaje. A las reflexiones sobre el choque o coexistencia entre los medios escritos y los digitales le sumamos otras tensiones, otros dilemas. Aquello de la prensa independiente. Pero no sólo. Como decía el presentador de un número de malabarismo, más difícil todavía: somos independientes y de izquierda. Eso nos mete en líos con la derecha, como debe ser, pero también con la izquierda, o la parte de ella que entiende que la prensa de izquierda está dispensada de ejercer una mirada alerta y cuestionadora y que su deber es ser festejante compañera de ruta, como no debería ser. No tenemos a nadie “atrás”, ni fundación, ni empresarios, ni partidos políticos, ni nada: un grupo de periodistas lo bastante empecinados como para seguir adelante con un proyecto de esta naturaleza. Y eso es todo. Casi nada lo de la rotativa.

La década nos deja las preguntas pero las respuestas tardan. Esas, las dará el tiempo. Y ustedes, lectores, sobrevivientes como nosotros.

(Artículo de Roberto López Belloso y Rosalba Oxandabarat, publicado en Brecha el jueves 30 de Diciembre de 2010)

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