Cuaderno de Vietnam II
Camarada Noel
La zona central de Vietnam tiene una personalidad propia. No es el norte asiático ni el sur occidentalizado. Una Navidad en sus ciudades permite recorrer algunos de los sitios de la “guerra Americana” o ir más atrás en el tiempo y sumergirse en los restos de la dinastía nguyen y el reino Champa. Una historia de siglos entre esculturas de piedra arenisca, barcazas con mascarones de proa de hojalata, tanques y aviones capturados al enemigo, y rojísimos Papá Noeles sufriendo el monzón con sus barbas y barrigas artificiales.
A tiro de piedra de la playa de China se encuentra el puerto de Danang, que pasó de sus 20 mil habitantes de la década del cuarenta a tener un millón durante los años de la guerra. El motivo de la explosión demográfica fue la base de la Fuerza Aérea de Estados Unidos que hizo crecer una miríada de establecimientos “de apoyo”, incluyendo bares y burdeles que competían con los de Saigón. A fin de cuentas fue en una de las playas de Danang donde se produjo el publicitado desembarco de los “salvadores de la democracia” el 8 de marzo de 1965, marcando la entrada pública de Estados Unidos en la contienda. Ocurrió en la playa Roja, separada de la de China por la montaña del Mono. No es la única elevación que le cuida la espalda a esa franja de 30 kilómetros de arena. También están las montañas de mármol.
DEIDADES DE MÁRMOL El nombre de estas montañas no es metáfora. En las laderas, mientras una estrecha carretera acerca un poco a los visitantes hacia la cumbre, se suceden los negocios de talladores que repiten sus moldes desde hace años. La variedad de intereses de los vietnamitas que se pueden permitir adornar sus casas con estas tallas de mármol provoca verdaderos choques teológicos en los patios de los artesanos. Observar a Buda o los dioses hinduistas compartir la espera de clientes no es tan extraño como ver a una exuberante Afrodita casi rozando la figura de un Jesús de Nazareth en actitud de plegaria. Los osos, leones venecianos y águilas de alas desplegadas equilibran el exceso antropomórfico. Los talleres son el prólogo a una escalera de dimensiones bíblicas que lleva a los visitantes en peregrinación hacia una sucesión de templos. Unos pasos antes de llegar a la cima queda una última prueba de carácter: eludir a las vendedoras de bebidas que cobran una gaseosa caliente hasta diez veces su cotización a nivel del mar. Arriba, apenas se recupera el aliento, es posible visitar un puñado de pagodas y disfrutar la vista panorámica de la playa y el campo.
Algunas de las figuras sagradas contemplan el paisaje desde pequeños altares. Otras le dan la espalda a todo, como la diosa-madre que espera en su inmovilidad de mármol protegida por dos dragones pintados que se enroscan en las gruesas columnas de su pagoda. Estatuillas de flautistas, de niños que un occidental confundiría con ángeles pero que han de tener otro nombre, de animales domésticos, todas ellas de mármol, aparecen a cada paso sembradas entre las rocas. Algunas tienen una esvástica labrada en el pecho. Es chocante pero los asiáticos no se hacen cargo del uso que el siglo xx le dio a uno de sus símbolos más antiguos.
Los cham crearon un reino independiente que dominó el sur de Vietnam durante más del mil cuatrocientos años. En conflicto primero con los chinos y luego con los ancestros de los actuales camboyanos (llegaron a conquistar la capital khmer de Angkor), el reino Champa fue absorbido por los vietnamitas del norte a inicios del siglo XVIII, es decir -en términos de lo que ha sido la larga historia de la región- apenas ayer. Eran hinduistas y a juzgar por lo que muestra el museo hábiles escultores. Las piezas están colocadas reproduciendo el lugar que tenían en los templos, la luz les llega desde ventanales que favorecen los contornos, plataformas artificiales permiten que algunas de las divinidades se vean con una perspectiva similar a la que tenían los sacerdotes. Además de detenerse en las figuras hindúes más habituales, como Vishnu, Shiva, Brahma, el toro Nandín o el ave con garras de león Garuda, hay que prestar atención a los detalles de los relieves secundarios. Es posible descubrir curiosidades como las amazonas que juegan algo parecido al polo o el guerrero que monta guardia parado sobre un demonio con forma de tortuga.
El helicóptero UH1B, el mismo modelo que se ve en todas las películas sobre la guerra de Vietnam, también tomado ese 1975, es el nexo con las otras piezas desplegadas en el patio. Fue usado contra los estadounidenses pero también contra los chinos. Ese segundo enemigo no se nombra en los carteles. Cuatro años después de terminada la guerra Americana, el Vietnam unificado debió enfrentar una invasión de su poderoso vecino del norte. Simplificadamente puede decirse que el detonante estuvo en la mala relación entre el Vietnam pro soviético y la Camboya pro china. Lo cierto es que también ese invasor fue rechazado. Ahora usando en el campo de batalla algunos de los pertrechos capturados a los estadounidenses, como este helicóptero. Por último, un par de camiones y camionetas blindadas refieren a la guerra que directamente enfrentó a vietnamitas y camboyanos en los ochenta y que terminó con el derrocamiento del régimen de Pol Pot, el líder del khmer rojo. Aunque son más recientes lucen más viejos que el A37 y el helicóptero. Tal vez sea por el efecto lifting del cine de acción.
Si se quiere ver algo más sobre la dinastía nguyen, esa que hizo del centro de Vietnam algo que no es ni el norte asiático ni el sur occidentalizado, es necesario darle la espalda a la ciudadela y buscar la dirección que lleva al río. En el camino se pasa por otro museo sobre la guerra, pero luego haber visto el de Danang éste puede ser dejado atrás, exorcizado por una bandada de escolares que juegan trepándose a los tanques. La cercanía de una cancha de fútbol amateur donde rojos juegan contra azules con el fondo de una torreta nguyen, casi logra que la imagen de los niños jugando entre blindados y cañones parezca un elemento más de una inocente estampa dominical.
MAUSOLEOS IMPERIALES El río Perfume jugó un rol ceremonial en la vida de los emperadores Nguyen. A lo largo de sus aguas construyeron sus mausoleos, que todavía pueden visitarse en unas chatas de cansino bogar decoradas con unos mascarones de proa de hojalata en forma de dragón. La navegación pasa por templos budistas y pagodas (incluida la que exhibe el auto que usaba el primer monje que en 1963 se prendió fuego suicidándose como parte de las protestas budistas contra el régimen del sur) y luego atraviesa curiosas plataformas mineras en las que unas barcazas dotadas de suctores sacan piedras y arena del fondo del río hurgando en busca de minerales. Después de ese prólogo se llega al primero de los mausoleos. Son tres los que pueden visitarse combinando el barco con testa de dragón y algún ómnibus más terrenal. Todos tienen una disposición parecida. La puerta monumental da ingreso a un conjunto de guerreros y mandarines de piedra formados en el patio ceremonial junto a caballos también de piedra, en una lógica de “vida después de la muerte” similar a la del ejército de terracota de sus vecinos chinos. Después se pasa a un conjunto de jardines, lagos artificiales, un templo, un palacio, un monolito con la biografía oficial del gobernante y un montículo con la tumba propiamente dicha. Más allá de la belleza de las construcciones, lo peculiar es que el emperador no sólo elegía la ubicación y construía las instalaciones en vida, sino que durante su reinado usaba el futuro mausoleo como palacio de recreo. Pescaba, yacía con sus concubinas, veía teatro, departía con los cortesanos, descansaba en lo que luego sería su lugar de descanso final. Bastante siniestro a ojos occidentales.
También aquí las figuras de Papá Noel decoran los comercios. Afortunadamente coexisten con formas más tradicionales de celebración. El 24 de diciembre, en una acertadísima medida sincrética, la municipalidad organiza para las doce de la noche una suelta de velas encendidas que flotan en las tranquilas aguas del río Hoi-An.
En cuanto al 25, nada mejor que disfrutar del hecho que todo está abierto como si fuera un día cualquiera. Hoi-An tiene varios boliches de aire europeo que atraen a las crecientes olas de turistas que llegan a la ciudad. Uno de los más concurridos en la Navidad de 2009 era “Antes y ahora”. Junto a su mesa de pool pueden verse retratos pop de Mao, Lenin, Stalin, Marilyn Monroe, y murales con Che Guevaras de colores que coexisten con un warholizado Robert de Niro en su protagónico de Taxi Driver. No es la única estrella de cine que tiene su historia con esta ciudad. Michael Caine filmó aquí varias escenas de El Americano, una película de Phillip Noyce basada en la célebre novela de Graham Greene. En la zona del mercado una tienda improvisada en un garaje vende versiones pirata de la película. Negociando un poco es posible conseguir que también alquilen un reproductor de DVD. ¿Qué mejor que verla esta noche en el hotel (que no será el que usó Caine pero tiene un gallo con el reloj biológico descompuesto que canta en mitad de la madrugada) y al otro día salir a intentar identificar las locaciones? Es sabido que varias de las escenas están en Saigón, pero para eso habrá que esperar a la víspera de año nuevo.
(Artículo y fotos de Roberto López Belloso, publicado en Brecha el 23-XII-2010)
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