Desintoxicación ideológica
Luego de una larga dependencia, los políticos europeos están dispuestos a desintoxicarse de ideología. Aferrarse al mantra de la eficiencia y el pragmatismo es la receta. La están experimentando desde los viejos yonquis conservadores hasta los noveles políticos que emergieron desde atrás del telón de acero.
Una década atrás, el entonces ministro de Economía y Hacienda de Gran Bretaña, Gordon Brown, historiaba los males que le habían acarreado al país los veinte años de hegemonía de la “ideología de la nueva derecha”. Apenas tuvieron que pasar tres años para que el jefe de gobierno del gabinete que integraba Brown, el primer ministro Tony Blair, fuera señalado por el Financial Times como uno “de los nuevos líderes europeos que están despejando el horizonte de la Europa actual sin los condicionamientos de la izquierda o de la derecha”.
Ahora que Brown ha tomado el relevo de Blair, poco queda de la receta original que ambos, en sus tiempos de juventud impetuosa, ensayaron para preparar un plato que tuvo su cuarto de hora en el menú de la renovación ideológica pos Guerra Fría: la “tercera vía”. Los dos ingredientes más desabridos pero fáciles de encontrar en las góndolas de las usinas de pensamiento europeas, la corrección macroeconómica y la eficiencia en la gestión, fueron desplazando a la otra parte de la receta, las enmohecidas hojas silvestres de los inicios combativos del laborismo, que poco a poco quedó relegada a ser una pizca de condimento reservado a ocasiones festivas, preferentemente de tipo electoral.
Gordon Brown, sin embargo, al suceder a Blair en la jefatura del gobierno británico, despertó ciertas expectativas de que podría conducir un cierto regreso a las fuentes. Pese a esto su “nuevo laborismo renovado” duró sólo el tiempo necesario para dar lugar a un buen número de chistes políticos sobre la redundancia. Parecía difícil renovar lo que ya era una renovación. Usando el símil matemático de “menos por menos es más”, varias de las sátiras del momento recordaban que multiplicar “nuevo por nuevo” suele dar por resultado “viejo”. Apenas se bucea mínimamente en la trayectoria del hoy primer ministro se descubre que las diferencias con Blair se limitarán a aspectos coyunturales de política exterior más que a la conducción de la nación británica.
Las cuentas claras, los números bajo control y uno o dos proyectos de impacto social como buques insignia han sido siempre el eje de la estrategia del nuevo almirante de su majestad. Ya no hay trazos de ideología en su discurso. Admirador en sus años mozos del filósofo Antonio Gramsci (foto), líder comunista italiano de la primera mitad del siglo pasado, el nuevo paradigma de las lecturas de Brown es Martin Wolf, precisamente una de las plumas del Financial Times, el mismo periódico que en un onettiano “Bienvenido Bob” había saludado la entrada de Blair al mundo de los líderes pragmáticos y desideologizados de la nueva Europa. No en vano el libro de Wolf preferido por Brown es Por qué la globalización funciona.
POR DERECHA. Pero Brown no está solo. Si el laborismo británico o el flamante Partido Democrático italiano (enésimo rebautismo del sector mayoritario de los comunistas de ese país) son dos casos representativos de la desideologización en la centroizquierda europea, la derecha es la que ha llevado la delantera en el discurso del “yo no fui” ideológico. El caso más conocido es el del ecléctico y efectivo presidente francés Nicolas Sarkozy, quien ha sostenido sus palabras con hechos, diagramando un gabinete en el que no han faltado las figuras de izquierda, como su canciller Bernard Kouchner, porque lo que importa no son las ideas sino la eficiencia (véase contratapa de Daniel Gatti en Brecha, 18-V-07). Pero Sarkozy no está solo. Ni fue el primero.
Si se quiere encontrar un “caso de laboratorio” de esta desintoxicación de las ideas para generar un ejemplar puro de “gobernante gestor” debe recurrirse a los países de Europa del este. En ese terreno se destaca Robert Fico. En 1987 recibía su carné como miembro del Partido Comunista Eslovaco, y dos años más tarde, con la Revolución de Terciopelo, terminaba el régimen checoslovaco prosoviético. Comenzaba para Fico una trayectoria que los mellizos Kaczynski, que gobiernan Polonia al frente de un partido de derecha católica, no dudarían en calificar como “de purificación”. Electo diputado por el partido de los comunistas reconvertidos (previsiblemente denominado Partido de la Izquierda Democrática), rápidamente escaló posiciones hasta alzarse con una de las vicepresidencias partidarias, colaborando a dar forma a un discurso alejado de los tiempos de la cortina de acero.
Desde esa posición Fico participó en varias negociaciones para formar gobiernos de coalición, y su discurso fue alejándose de la “corrección política” del pasado hasta adquirir una liviandad netamente sarkoziana. Célebres fueron sus comentarios sobre los gitanos, “que no hacen nada salvo pasarse el día tumbados en la cama y vivir de la seguridad social”, tal como recuerda la biografía de Fico publicada por Cidob. La purificación siguió su curso, hasta que decidió abandonar a los comunistas renovados y fundar su propio partido, el Smer, que según destaca la semblanza de Cidob sería una formación “pragmática” caracterizada por la prevalencia de la “profesionalidad” sobre aspectos como la “emotividad”, el “politiqueo”, las “disputas” y los “ataques personales”, que él consideraba lacras del sistema político. Más aun, Smer nacía como un partido “sin ideología”, susceptible de cooperar con cualquier otra agrupación. No cuesta mucho trabajo imaginar el desenlace de esa historia. Un Fico finalmente liberado del peso del telón de acero terminaba siendo ungido primer ministro eslovaco en 2006, con la promesa de hacer un gobierno eficiente e inclusivo. Eso sí, en coalición con socios de derecha.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 19 de octubre de 2007)
Una década atrás, el entonces ministro de Economía y Hacienda de Gran Bretaña, Gordon Brown, historiaba los males que le habían acarreado al país los veinte años de hegemonía de la “ideología de la nueva derecha”. Apenas tuvieron que pasar tres años para que el jefe de gobierno del gabinete que integraba Brown, el primer ministro Tony Blair, fuera señalado por el Financial Times como uno “de los nuevos líderes europeos que están despejando el horizonte de la Europa actual sin los condicionamientos de la izquierda o de la derecha”.
Ahora que Brown ha tomado el relevo de Blair, poco queda de la receta original que ambos, en sus tiempos de juventud impetuosa, ensayaron para preparar un plato que tuvo su cuarto de hora en el menú de la renovación ideológica pos Guerra Fría: la “tercera vía”. Los dos ingredientes más desabridos pero fáciles de encontrar en las góndolas de las usinas de pensamiento europeas, la corrección macroeconómica y la eficiencia en la gestión, fueron desplazando a la otra parte de la receta, las enmohecidas hojas silvestres de los inicios combativos del laborismo, que poco a poco quedó relegada a ser una pizca de condimento reservado a ocasiones festivas, preferentemente de tipo electoral.
Gordon Brown, sin embargo, al suceder a Blair en la jefatura del gobierno británico, despertó ciertas expectativas de que podría conducir un cierto regreso a las fuentes. Pese a esto su “nuevo laborismo renovado” duró sólo el tiempo necesario para dar lugar a un buen número de chistes políticos sobre la redundancia. Parecía difícil renovar lo que ya era una renovación. Usando el símil matemático de “menos por menos es más”, varias de las sátiras del momento recordaban que multiplicar “nuevo por nuevo” suele dar por resultado “viejo”. Apenas se bucea mínimamente en la trayectoria del hoy primer ministro se descubre que las diferencias con Blair se limitarán a aspectos coyunturales de política exterior más que a la conducción de la nación británica.
Las cuentas claras, los números bajo control y uno o dos proyectos de impacto social como buques insignia han sido siempre el eje de la estrategia del nuevo almirante de su majestad. Ya no hay trazos de ideología en su discurso. Admirador en sus años mozos del filósofo Antonio Gramsci (foto), líder comunista italiano de la primera mitad del siglo pasado, el nuevo paradigma de las lecturas de Brown es Martin Wolf, precisamente una de las plumas del Financial Times, el mismo periódico que en un onettiano “Bienvenido Bob” había saludado la entrada de Blair al mundo de los líderes pragmáticos y desideologizados de la nueva Europa. No en vano el libro de Wolf preferido por Brown es Por qué la globalización funciona.
POR DERECHA. Pero Brown no está solo. Si el laborismo británico o el flamante Partido Democrático italiano (enésimo rebautismo del sector mayoritario de los comunistas de ese país) son dos casos representativos de la desideologización en la centroizquierda europea, la derecha es la que ha llevado la delantera en el discurso del “yo no fui” ideológico. El caso más conocido es el del ecléctico y efectivo presidente francés Nicolas Sarkozy, quien ha sostenido sus palabras con hechos, diagramando un gabinete en el que no han faltado las figuras de izquierda, como su canciller Bernard Kouchner, porque lo que importa no son las ideas sino la eficiencia (véase contratapa de Daniel Gatti en Brecha, 18-V-07). Pero Sarkozy no está solo. Ni fue el primero.
Si se quiere encontrar un “caso de laboratorio” de esta desintoxicación de las ideas para generar un ejemplar puro de “gobernante gestor” debe recurrirse a los países de Europa del este. En ese terreno se destaca Robert Fico. En 1987 recibía su carné como miembro del Partido Comunista Eslovaco, y dos años más tarde, con la Revolución de Terciopelo, terminaba el régimen checoslovaco prosoviético. Comenzaba para Fico una trayectoria que los mellizos Kaczynski, que gobiernan Polonia al frente de un partido de derecha católica, no dudarían en calificar como “de purificación”. Electo diputado por el partido de los comunistas reconvertidos (previsiblemente denominado Partido de la Izquierda Democrática), rápidamente escaló posiciones hasta alzarse con una de las vicepresidencias partidarias, colaborando a dar forma a un discurso alejado de los tiempos de la cortina de acero.
Desde esa posición Fico participó en varias negociaciones para formar gobiernos de coalición, y su discurso fue alejándose de la “corrección política” del pasado hasta adquirir una liviandad netamente sarkoziana. Célebres fueron sus comentarios sobre los gitanos, “que no hacen nada salvo pasarse el día tumbados en la cama y vivir de la seguridad social”, tal como recuerda la biografía de Fico publicada por Cidob. La purificación siguió su curso, hasta que decidió abandonar a los comunistas renovados y fundar su propio partido, el Smer, que según destaca la semblanza de Cidob sería una formación “pragmática” caracterizada por la prevalencia de la “profesionalidad” sobre aspectos como la “emotividad”, el “politiqueo”, las “disputas” y los “ataques personales”, que él consideraba lacras del sistema político. Más aun, Smer nacía como un partido “sin ideología”, susceptible de cooperar con cualquier otra agrupación. No cuesta mucho trabajo imaginar el desenlace de esa historia. Un Fico finalmente liberado del peso del telón de acero terminaba siendo ungido primer ministro eslovaco en 2006, con la promesa de hacer un gobierno eficiente e inclusivo. Eso sí, en coalición con socios de derecha.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 19 de octubre de 2007)
Etiquetas: Eslovaquia, Inglaterra
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