Turquía y el desafío demócrata-musulmán


Aunque incluso aquí, en estos confines del interminable país, el rostro del prócer acompaña cada movimiento cotidiano, omnipresente en los afiches y cuadros que adornan oficinas y tiendas, la reverencia histórica por este santón laico ha perdido potencia electoral. En las elecciones del 22 de julio, presentadas incansablemente como una pulseada entre el modelo kemalista de un Estado no confesional y las tentaciones integristas del oficialismo, los laicos perdieron la partida.
El primer ministro Recep Tayyip Erdogan logró que su Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP) alcanzara casi la mitad de los votos. Apenas se despejó la humareda de las acusaciones que acompañaron la campaña electoral, empezó a verse el rostro del nuevo AKP que terminó de delinearse luego de los comicios.
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e acuerdo con Erdogan (en la foto con su esposa), se trata de una fuerza política que aunque tiene inspiración religiosa es esencialmente democrática. Algo similar a la democracia cristiana occidental, aclaró. Distintas figuras del gobierno, empecinadas en los paralelismos, aseguran que las principales similitudes deben buscarse en la formación política de la canciller alemana Angela Merkel. Un partido, el AKP, votado por los musulmanes en oposición al ejército (autoerigido en guardián de la laicidad) y al kemalismo tradicional, pero cuya segunda victoria electoral ha tenido “efectos colaterales” que seguramente disgustaron a los islamistas de línea dura. Por una parte, dentro del AKP se registró un crecimiento electoral de los sectores menos proclives a una injerencia de la religión en la vida política y, por otro lado, se produjo una mayor “visibilidad” parlamentaria de políticos kurdos.
ASUNTOS PENDIENTES. La resultante final de los comicios, no sólo no implicó un retroceso en las reglas de juego democráticas del país, sino que fue, a ojos de la prensa británica, “un mandato para la modernización”. Ese fue precisamente el titular de un editorial del diario The Guardian, que vaticinó que ahora “dos retos esperan a Erdogan. Tiene que resolver el asunto de la presidencia y se espera que aprenda de pasados errores proponiendo un candidato aceptable para todos. Tiene también que resistir las presiones del ejército para ir contra las bases kurdas del PKK en el norte del Irak.

La clave está en poder situarse a la altura de su compromiso poselectoral, cuando dijo que gobernaría “para todos los turcos”. También desde Gran Bretaña, el Financial Times reconoce que “el AKP es ahora un partido conservador nacional –reequilibrando el poder desde la elite urbana occidentalizada hacia el corazón tradicional de Turquía en Anatolia- algo así como el equivalente musulmán a los demócrata-cristianos europeos”. Un contexto en el cual la clave es la moderación con la que Erdogan use el nuevo mandato, evitando imponer su programa en detrimento de la negociación y la búsqueda de la estabilidad. O como dice The Times: “el Primer Ministro debe resistir la tentación del triunfalismo”.


Para otro diario italiano La Repubblica, hay también razones estructurales: “estas elecciones las ha ganado la otra Turquía, una pequeña y media burguesía, en gran parte mercantil y por ende moderada porque así lo exigen sus intereses, tendencialmente piadosa, acaso un tanto pacata, pero sin excesos. Esta Turquía no tiene la elegancia ni el estilo de la gran burguesía kemalista, pero tampoco es tan fea como la pitan los kemalistas. Ante todo, su Islam es el Islam turco, es decir el más maleable que ha sido capaz de producir la religión musulmana”. Pero no todo es blanco o negra. “El triunfo del AKP no cierra la partida con el kemalismo ortodoxo, que tiene casi un siglo de vida y debe ser reinterpretado. El AKP no es su hijo pero tampoco su enemigo”, concluye el citado periódico.

Pulse aquí para leer la segunda y última parte de este artículo: Antakya, mosaicos romanos, leones hititas.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 3 de agosto de 2007)
Etiquetas: Turquía
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