La mirada turca
Las crónicas turcas han conservado la memoria de la batalla de Kosovo vista desde el lado de los vencedores. Como corresponde a la tradición, el historiador otomano Neshri, cronista al servicio de Murad, comienza su detalle narrando el revés inicial de las fuerzas turcas: “Los arqueros de los fieles lanzaron sus flechas desde ambas orillas. Numerosos serbios se pusieron de pie como si fueran montañas de hierro. Cuando se hizo un pequeño claro en la lluvia de flechas, ellos comenzaron a moverse, y pareció como si las olas del Mar Muerto estuvieran rugiendo...De pronto los infieles arreciaron contra los arqueros del ala izquierda, los atacaron de frente y, habiéndolos dividido, los hicieron retroceder. Los infieles destruyeron también otro regimiento y se pararon detrás del ala izquierda...Así, los serbios empujaron completamente ese flanco, y las confusas novedades del desastre comenzaron a difundirse entre los turcos bajando su moral...Bayazet, con el ala derecha, se había movido tan poco como la montaña que tenía a su lado. Pero vio que era muy poco lo que faltaba para que el Sultán perdiera todo su ejército”.
Si recurrimos al libro de Kadaré (foto) Los tambores de la lluvia, que trata de las campañas de los turcos contra los albaneses en el siglo XV, es posible recrear la difícil tarea que tenían los cronistas imperiales. Acompañaban al ejército en las más duras condiciones, y debían afinar su imaginación para equilibrar la verdad histórica con la necesidad vital de agradar a sus señores. Escribe Kadaré: “Mevla Chelebi, el cronista, se detuvo a cincuenta pasos de la tienda del pachá...Mientras seguía con la mirada a los oficiales superiores, buscaba los epítetos con que habría de describirlos en su crónica, si todos demostraban valor y arrojo en el combate. Pero dichos calificativos eran extraños y débiles y, en su mayor parte, ya habían sido empleados por sus antecesores. Además, si descartaba los que tenía reservados al comandante en jefe, su número se veía aún más reducido, por lo que tenía que reflexionar mucho antes de emplear cualquiera de ellos en forma aislada. Tenía algo así como un puñado de alhajas que debía prodigar con mesura sobre aquellos combatientes sin nombre”.
Veintiseis años después de aquél libro escrito en 1972, Kadaré vuelve a introducirse en un campamento otomano en la víspera de una batalla decisiva. Esta vez no lo hace en la piel de un cronista sino en la del preceptor del hijo del Sultán. Su objetivo es mostrar uno de los aspectos de la batalla de Kosovo que las crónicas de la época no registraron: ese fue más que un choque entre dos ejércitos, fue un choque entre dos mundos que se desconocían, y que luego de ese combate empezarían una pulseada en la que no dejarían de atraerse y de repelerse. Fue un choque que le dio a la península su nombre actual, Balcanes, montaña en lengua turca. La primera vez que los pueblos diversos de la ex Yugoslavia tenían un nombre común, éste provenía del idioma del enemigo. A Kadaré no el pasa inadvertido ese hecho: “Antes incluso de poner pie en ella, los turcos bautizaban de tal suerte la península y a sus pobladeres, y ese nombre parecía amoldárseles lo mismo que las escamas nuevas al cuerpo de un viejo reptil (...) se dieron cuenta entonces de que, divididos como habían estado, nunca habían llegado a ponerle nombre a su península (...) Ahora ya era demasiado tarde para hacer algo y sería en esas condiciones, sin nombre colectivo alguno, incluso con la denominación que les había impuesto el enemigo común, como deberían marchar hacia la guerra y la derrota”.
==Octava parte de nueve (Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en agosto de 2003)
* 1- Poesía épica serbia: La saga de Kosovo
* 2- La batalla
* 3- El rol de la épica
* 4- El contexto histórico
* 5- La venganza
* 6- La mirada albanesa
* 7- La caída del reino de Serbia
* 9- Fuentes
Si recurrimos al libro de Kadaré (foto) Los tambores de la lluvia, que trata de las campañas de los turcos contra los albaneses en el siglo XV, es posible recrear la difícil tarea que tenían los cronistas imperiales. Acompañaban al ejército en las más duras condiciones, y debían afinar su imaginación para equilibrar la verdad histórica con la necesidad vital de agradar a sus señores. Escribe Kadaré: “Mevla Chelebi, el cronista, se detuvo a cincuenta pasos de la tienda del pachá...Mientras seguía con la mirada a los oficiales superiores, buscaba los epítetos con que habría de describirlos en su crónica, si todos demostraban valor y arrojo en el combate. Pero dichos calificativos eran extraños y débiles y, en su mayor parte, ya habían sido empleados por sus antecesores. Además, si descartaba los que tenía reservados al comandante en jefe, su número se veía aún más reducido, por lo que tenía que reflexionar mucho antes de emplear cualquiera de ellos en forma aislada. Tenía algo así como un puñado de alhajas que debía prodigar con mesura sobre aquellos combatientes sin nombre”.
Veintiseis años después de aquél libro escrito en 1972, Kadaré vuelve a introducirse en un campamento otomano en la víspera de una batalla decisiva. Esta vez no lo hace en la piel de un cronista sino en la del preceptor del hijo del Sultán. Su objetivo es mostrar uno de los aspectos de la batalla de Kosovo que las crónicas de la época no registraron: ese fue más que un choque entre dos ejércitos, fue un choque entre dos mundos que se desconocían, y que luego de ese combate empezarían una pulseada en la que no dejarían de atraerse y de repelerse. Fue un choque que le dio a la península su nombre actual, Balcanes, montaña en lengua turca. La primera vez que los pueblos diversos de la ex Yugoslavia tenían un nombre común, éste provenía del idioma del enemigo. A Kadaré no el pasa inadvertido ese hecho: “Antes incluso de poner pie en ella, los turcos bautizaban de tal suerte la península y a sus pobladeres, y ese nombre parecía amoldárseles lo mismo que las escamas nuevas al cuerpo de un viejo reptil (...) se dieron cuenta entonces de que, divididos como habían estado, nunca habían llegado a ponerle nombre a su península (...) Ahora ya era demasiado tarde para hacer algo y sería en esas condiciones, sin nombre colectivo alguno, incluso con la denominación que les había impuesto el enemigo común, como deberían marchar hacia la guerra y la derrota”.
==Octava parte de nueve (Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en agosto de 2003)
* 1- Poesía épica serbia: La saga de Kosovo
* 2- La batalla
* 3- El rol de la épica
* 4- El contexto histórico
* 5- La venganza
* 6- La mirada albanesa
* 7- La caída del reino de Serbia
* 9- Fuentes
Etiquetas: Balcanes, Kosovo 2003/2007, Serbia 2002/2003, Turquía
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