03 marzo 2006

Chiitas contra sunitas

El efecto que tendría en el equilibrio político del mundo islámico una guerra civil entre chiitas y sunitas en el Irak ocupado, sería negativo para Irán. Los chiitas tienen como régimen emblemático a la teocracia iraní y son mayoría entre la población de Irak, pero son minoritarios en el contexto general del mundo islámico. El rol de Irán entre los otros países musulmanes se vería debilitado si comienzan a dividirse las lealtades entre una y otra facción religiosa. Las apelaciones de Teherán a destruir al “enemigo común” (Israel) se verían opacadas por la realidad más inmediata y palpable de una prolongada guerra civil en Irak.

El principal perdedor en ese escenario sería Irán, ya que lo alejaría del rol protagónico que ha venido asumiendo, tanto en su defensa de un programa nuclear supuestamente pacífico pero suficientemente ambiguo como para actuar como disuasor, como en su búsqueda permanente de la estabilidad en la posguerra iraquí. El apoyo al proceso político marcado por Estados Unidos para Irak, y la continuidad de su plan atómico que exaspera a Washington, no son políticas contradictorias de Teherán, sino que ambas convergen en su consolidación como potencia regional.

Los sospechosos de siempre

Ante esta situación la pregunta que surge naturalmente es quién está tan interesado en debilitar a Irán como para prender la mecha de una guerra civil musulmana. O en otras palabras, quién colocó la bomba que destruyó parte de la cúpula dorada de la mezquita que acompaña la tumba del imán Ali Al Haidi. Las fuentes más proclives a una interpretación antinorteamericana de los hechos, señalaron a los servicios secretos estadounidenses como instigadores del atentado. La versión oficial de los ocupantes angloamericanos, y también la del gobierno iraquí, responsabilizan a la red islamista Al-qaeda. Independientemente de quién haya sido el autor intelectual del episodio, lo cierto es que ambos sospechosos obtuvieron beneficios. Estados Unidos obtuvo un cambio sutil pero importante en la lectura que se hace de la situación iraquí: pasó de ser un enfrentamiento complejo de analizar entre una resistencia variopinta y una fuerza de ocupación extranjera, a ser un enfrentamiento civil entre comunidades musulmanas rivales. No está claro cuánto va a durar esa lectura simplificada, pero por el momento el atentado ha logrado más que la maquinaria de relaciones públicas de Washington: mostrar la crisis iraquí como un problema entre iraquíes.

También Al-qaeda –en caso de existir– se beneficia, por lo menos a dos puntas. En el frente interno logra que la situación bélica en el terreno sea más complicada, y eso siempre perjudica al ocupante. En el frente internacional, favorece la existencia de grietas en el apoyo casi unánime que venía recibiendo Irán a raíz de su rol de víctima en la crisis nuclear. La supuesta raíz wahabita de Al-qaeda tiene poco que ganar con un crecimiento del chiísmo, por lo que este enfrentamiento entre chiitas y sunnitas los favorece.

==Segunda parte de dos

* 1- Irán e Irak: crisis paralelas

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 3 de marzo de 2006)

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