29 enero 2001

Sonidos de Macedonia

La ex República Yugoslava de Macedonia está en el ojo de la tormenta. Limita con Grecia, país con el que mantiene un diferendo por el nombre (ya que Macedonia es también una provincia griega) y por la herencia cultural de Alejandro Magno; con Bulgaria, algunos de cuyos académicos consideran a los macedonios como étnicamente búlgaros; con Serbia, a la que la une y separa una relación pautada por el común denominador de la religión cristiana ortodoxa; y con Albania, en la que conforma su frontera más difícil debido a que los nacionalistas albaneses más radicales opinan que el área del territorio macedonio que rodea la ciudad de Tetovo formaría parte, al igual que Kosovo, de una idealizada Gran Albania. Estos conflictos políticos, que son el lado negativo de su situación geográfica, tienen como contracara un carácter de encrucijada cultural que también se refleja en su música.

"Bregovic hace mucho mixed", sentencia Ljubco Konstantinov, un autor de músicas para teatros cuyo elenco fue calificado por El País de Madrid como la revelación del más reciente festival de teatro de Bogotá. Lo auténtico dentro de la música macedonia no debe buscarse en el grupo más célebre de ese país, Anastasia, que aunque cultiva una línea más new age que Bregovic (foto) también alcanzó su reconocimiento internacional por una banda sonora, la de la película Antes de la lluvia.

La autenticidad a que se refiere Konstantinov puede encontrarse en la serie de discos compactos que la Radio y Televisión Macedonia editó a mediados de 1999. Lo hizo con la clara intención de presentar internacionalmente a los nombres mayores de su folklore, según se desprende de las biografías bilingües que incluyen y del propio hecho de que lo lujoso de la edición no concuerda con el empobrecido mercado interno macedonio. Junto a dos discos de música litúrgica grabada por un coro de monjes, la serie incluye tres antologías de Ilieva Vaska, Aleksandar Sarievski, y Nikola Badev. Aunque con sus particularidades, especialmente en el caso del más urbano Nicola Badev, los tres compactos ofrecen una de las esencias que están presentes en la música de Bregovic; pero la muestran en estado puro, desprovista de la fusión con el pop y el rock -o incluso las mornas del lejano Cabo Verde- que acostumbra incluir el yugoslavo.

Aleksandar Sarievski, nacido en Galichnik, es el principal representante de la música tradicional del oeste de Macedonia. Desde la propia portada del compacto se subraya este carácter folklórico: se lo ve ataviado con un chaleco bordado en vivos colores y un sombrero negro sin visera (estilo cosaco) recortado sobre la imagen de un monasterio cristiano ortodoxo. En la biografía que acompaña el disco se califica a sus letras como minimalistas y vinculadas a la pobreza, la esperanza y el amor tal como son vividos por su pueblo. Sarievski debutó en 1941 como cantante de Radio Skopje y, según este trabajo grabado en los estudios de la Radio y Televisión de Macedonia, "hay muy pocos cantantes como él".

Ilieva Vaska, en la opinión del crítico macedonio Djoko Georgiev, se caracteriza por "su garganta dorada y su voz fuerte y energética". Esta artista nacida en la capital Skopje en 1923, impulsó desde 1950 una carrera en la que no sólo interpretó el folklore sino que lo enriqueció con una serie de composiciones de su autoría generando una tendencia que fue calificada como "folk-blues". Transformada en una leyenda viva luego de cincuenta años de carrera, Vaska acumuló una larga discografía y varias giras internacionales.

El disco de Nikola Badev plantea, desde su propia tapa, un registro diferente. Ya no viste el atavío tradicional sino que luce un impecable traje gris de cuyo bolsillo superior derecho sobresale un pañuelo blanco. La estampa hace pensar en un cantante de tangos, o incluso en Alfredo Zitarrosa. El impacto cuando se escucha su trabajo es grande: la voz está en las antípodas de los modelos a los que recuerda; la voz es dulce y en lugar de imponerse parece acariciar desde detrás de la música. También es diferente la presentación que del artista hace la Radio Televisión Macedonia. Le llaman "bardo" y ya no lo califican como músico campesino sino como exponente "de la colorida paleta de las canciones urbanas macedonias"; paleta que "pasó a través de numerosas décadas desde el siglo XIX hasta el XX, acompañando el tiempo en el que el lenguaje y la sensibilidad nacionales dejaron la rústica expresión de la vida de campo para volverse más modernas tanto desde los puntos de vista musical como temático". Vivió 58 años y sus nostálgicas vocalizaciones adquirieron renombre nacional desde que en 1952 cautivó al jurado de un concurso de Radio Skopje.

(Publicado en Brecha en enero de 2001)

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