17 julio 2003

El cambiante espesor de la cartografía

Aunque estén dibujados en un papel, los mapas no son planos. Tienen un espesor aluvional que va construyéndose cada día en la agenda informativa internacional. En ese cambiante relieve hay momentos en que se ven más unos países que otros. No hay día en que el mundo sea el mismo que el anterior. Ayer existía Pakistán, por ser vecino de los afganos, hoy su lugar lo toman Irán o Corea del Norte, y mañana será Indonesia. Pero ese mapa cambiante de la actualidad no sólo depende de la evolución de los acontecimientos, sino también del punto del globo en que viva el observador. No hay ciudad desde la que se vea el mismo tramo de mundo que desde otra. Por vecindad, intereses económicos, o hechos puntuales como la integración de las misiones de paz, los uruguayos ven con nitidez zonas del planisferio que para los daneses o los vietnamitas resultan inexistentes.

Desde hace algunas semanas, África ya no queda tan lejos. La presencia de los cascos azules uruguayos puso a la República Democrática del Congo en el cono de visibilidad que se alcanza desde Montevideo. A casi nadie le son ajenos nombres como Bunia o Ituri. Un tajo abierto en la frente de un niño soldado congoleño para que la cocaína que se pone sobre la herida haga un efecto más rápido y profundo, es sólo una de las historias de horror que se cuentan en las barracas de los cuarteles y que ya comienzan a filtrarse, extendiendo al resto del tejido social algo de lo que debieron ver desde sus destacamentos las fuerzas de paz del Batallón Uruguay IV. Además, el Congo llega a nuestro horizonte cotidiano acompañado de la percepción de que eso que allí pasa no ocurre porque sí (ya se habló en estas mismas páginas del rol de las mafias que trafican con el coltán, un mineral imprescindible para las telecomunicaciones), ni se circunscribe exclusivamente a las fronteras de un país.

En otras palabras, hace que buena parte de la sociedad coloque la mirada sobre África. Ahora se combate en Burundi. Es difícil leer esa noticia al pasar. Se quiere saber un poco más. Se sigue leyendo. O se pone un poco más de atención al reporte de la BBC. En Burundi combaten los hutus contra los tutsis. Se recuerda entonces que ésos eran los bandos en pugna en los tiempos del reciente genocidio en Ruanda. Y eso trae a la mente lo que se había leído sobre el Congo, que en verdad se trataba de una guerra internacionalizada en la que estaban involucrados, entre otros, Ruanda y Uganda. Se pone un mapa sobre la mesa. Se ven todos esos países rodeándose entre sí.

Se recuerdan las palabras de Madeleine Albright. ¿Qué habrá sido de esta mujer nacida en la vieja Checoslovaquia, secretaria de Estado de William Clinton? Es inevitable sentir que en sus manos el barrio era más seguro que ahora. Madeleine Albright dijo que el mundo no se estaba dando cuenta, pero que en la región de África que comparten la República Democrática del Congo, Uganda, Ruanda y Burundi, estaba peleándose la Primera Guerra Mundial africana. La habían originado una combinación de intereses económicos y políticos que se servían de los odios tribales y de la chapucería del trazado de las fronteras para poner los recursos naturales en manos de las mafias trasnacionales.

Ahora se pelea en Burundi. Es lógico pensar que se trata de otra batalla de esa misma guerra. La capital, Bujumbura, ha sido asaltada por los rebeldes del Frente de Liberación Nacional (FNL). Recién va poco más de una semana de combates, pero ya han muerto 170 personas. Los rebeldes son de la etnia hutu, igual que el 85 por ciento de la población. El ejército intenta detenerlos. La mayoría de los oficiales, al igual que la clase dirigente del país, es de la etnia minoritaria tutsi. Los eternos rivales de los hutus. En abril, un plan de paz que propiciaba un gobierno mixto, con un presidente hutu, parecía haber encontrado una mecánica institucional para salir de la crisis y había sido aceptado por la principal guerrilla, las Fuerzas para la Defensa de la Democracia.

Sin embargo, el menor de los dos grupos hutus alzados en armas, el FNL, quiere la renuncia incluso de este presidente hutu en el gobierno de coparticipación étnica. Sólo aceptarán un régimen sin presencia tutsi de ningún tipo. Este 14 de julio, el Burundi Quotidien anunciaba que los combates se habían extendido a las zonas de Gihosha y de Rohero. Nombres de una geografía destinada a extinguirse en la efímera atención de la opinión pública. Apenas una delgada capa en la cambiante cartografía de la información. Nadie anunciará desde ningún portaviones el final de esta larga guerra de los Grandes Lagos.

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 17 de julio de 2003 )

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