23 mayo 2003

La opción nuclear

Ya no está prohibido. El Senado de Estados Unidos autorizó esta semana la investigación científica que dará lugar al desarrollo de bombas nucleares de escaso tamaño. Se habla de que se autorizará planificarlas pero no construirlas. Un matiz que para la oposición es sólo una cortina de humo. La senadora demócrata Dianne Feinstein incluso tuvo ánimos para ironizar: "¿un estudio? ¡tonterías! ¿acaso alguien cree eso?", dijo en declaraciones recogidas por la cadena BBC. Como ya se expresó en un artículo publicado por Brecha acerca de la nueva estrategia de defensa de la administración republicana, ninguno de los pasos, tampoco la luz verde a la opción nuclear, debe ser visto como una medida aislada o caprichosa. Es parte de una estrategia planificada y coherente. En el caso del nuevo impulso al desarrollo de armas atómicas, la base está en un documento titulado “Análisis de la Postura Nuclear” que en marzo fuera dado a conocer, al menos en parte, por Los Ángeles Times. La postura pide crear armamento para tres hipótesis de conflicto dirigidas al menos contra siete enemigos potenciales. Al ya conocido “eje del mal ampliado” (Irak, Corea del Norte, Irán, Libia y Siria), se le agrega el heredero del viejo enemigo soviético, Rusia, y el verdadero fantasma que le quita el sueño a los técnicos que se especializan en prospectiva militar: China. Los analistas coincidieron en destacar que se publica una lista concreta de posible objetivos nucleares. "Me puedo imaginar lo que esos países dirán ante las Naciones Unidas", comentó Joseph Cirincione, del Carnegie Endowment for International Peace.

Pero lo verdaderamente nuevo de esta postura nuclear, más incluso que el tipo de armas que se piensa desarrollar (por más que la detallada descripción que se ha ido filtrando pueda resultar efectista) está en el terreno del “para qué” se piensa utilizarlas. El primer rango de posibilidades es bastante obvio: "en represalia por el ataque con armas nucleares, químicas o biológicas". El segundo ya está más desnudo de retórica: "contra objetivos capaces de soportar un ataque convencional". Y el tercero puede llegar a verse como una peligrosa carta blanca: "en caso de un desarrollo militar sorpresivo". Tres posibilidades que sintonizan perfectamente con la ya conocida doctrina de la guerra preventiva.

Los detalles del documento brindan ejemplos de conflictos en los que podrían usarse. La menos sorprendente es la probabilidad de un ataque de Corea del Norte a su vecina sureña. Más incómoda resulta la referencia a un eventual uso de estas nuevas armas atómicas para defender a Taiwán de una agresión proveniente de China, y definitivamente sorprendente es la mención sobre mini-armas atómicas que puedan ser utilizadas en el contexto del conflicto árabe-israelí. En una macabra versión a escala industrial de los terroristas suicidas, la principal potencial militar del momento parece dispuesta a autodestruir el supuesto Nuevo Orden por el que tan trabajosamente se había afanado a lo largo de los años de la Guerra Fría. La industria del entretenimiento, que todo puede preverlo, hace tiempo que ha incorporado a sus argumentos las mini-bombas atómicas. Hasta ahora, sin embargo, ni el guionista más transgresor se había atrevido a poner en manos de la Casa Blanca el detonador de esas nuevas armas portátiles de destrucción masiva. Como los actos de antropofagia de las tribus congolesas, que comen las vísceras de sus enemigos para incorporar de aquellos la fiereza y volverse inmunes a las armas de fuego, la nueva política de defensa estadounidense parece querer canibalizar la amenaza terrorista del fundamentalismo islamista. Puede que esto no los vuelva inmunes a nuevos ataques, pero el procedimiento tal vez logre conectar con esa forma difusa del pensamiento mágico que suele llamarse “seguridad nacional”.

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 23 de mayo de 2003)

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