El espacio militarizado:
“No es nuestro derecho, pero es nuestro destino”
El general Lance Lord, responsable del Comando Espacial de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, debe de haber pulido su frase durante días. Cuando llegó el momento de utilizarla ante el Congreso de su país no dudó que sería el remate ideal para la presentación de un programa militar que es, en sí mismo, un golpe de efecto. Estados Unidos debe militarizar el espacio, porque "la superioridad espacial no es nuestro derecho por naturaleza, pero es nuestro destino. Es nuestra visión para el futuro". Las declaraciones fueron incluidas en un artículo de Tim Werner, publicado por The New York Times y reproducido ayer jueves por La Nación de Buenos Aires.
La preocupación de aliados y potenciales rivales no se hizo esperar. La posibilidad de que Estados Unidos consolide un programa ya esbozado en 2002 podría desatar una nueva carera armamentista, dicen sus críticos. El nombre del programa es “Estrategia de Ataque Global”, y sus tres componentes tienen una simplicidad que demuestra cómo la practicidad puede ganarle terreno a la imaginación. Un satélite que desactiva sistemas de comunicación enemigos, un espejo que rebota rayos láser, y un dispositivo que deja caer garrafas de uranio desde el espacio sobre el enemigo terrícola de turno causando el efecto de una pequeña bomba nuclear. La criticada técnica de la guerrilla colombiana de bombardear con garrafas de gas lanzadas aprovechando los desniveles del terreno; pero utilizada con un presupuesto de miles de millones de dólares. Cien mil de esos millones han sido gastados hasta ahora en diferentes escudos de defensa contra misiles enemigos, pero la reconocida falibilidad de esos escudos terrestres es el mejor argumento de la fuerza aérea en su intento por convencer al presidente Bush y al Congreso de que otorguen el impulso final a esta nueva estrategia.
El artículo de Werner cita a “un alto funcionario del gobierno” quien dijo que el decreto presidencial que estaría preparándose para apoyar la idea presentada por el general Lord, “sustituiría la política del gobierno de Clinton, que propiciaba una utilización más pacífica del espacio, incluyendo el apoyo logístico de satélites espías para operaciones militares, el control de armamentos y pactos de no proliferación”. El periodista del New York Times resaltó que “si bien cualquier despliegue de armas espaciales afrontaría obstáculos financieros, tecnológicos, políticos y diplomáticos”, no existe ningún tratado ni ley que impidan a Washington instalar armas en el espacio, salvo las de destrucción masiva. Ni siquiera el cuarto componente del ambicioso plan de la fuerza aérea (usar las ondas radiales como “armas de diversa capacidad de destrucción”) podría ser considerado de destrucción masiva.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en mayo de 2005)
La preocupación de aliados y potenciales rivales no se hizo esperar. La posibilidad de que Estados Unidos consolide un programa ya esbozado en 2002 podría desatar una nueva carera armamentista, dicen sus críticos. El nombre del programa es “Estrategia de Ataque Global”, y sus tres componentes tienen una simplicidad que demuestra cómo la practicidad puede ganarle terreno a la imaginación. Un satélite que desactiva sistemas de comunicación enemigos, un espejo que rebota rayos láser, y un dispositivo que deja caer garrafas de uranio desde el espacio sobre el enemigo terrícola de turno causando el efecto de una pequeña bomba nuclear. La criticada técnica de la guerrilla colombiana de bombardear con garrafas de gas lanzadas aprovechando los desniveles del terreno; pero utilizada con un presupuesto de miles de millones de dólares. Cien mil de esos millones han sido gastados hasta ahora en diferentes escudos de defensa contra misiles enemigos, pero la reconocida falibilidad de esos escudos terrestres es el mejor argumento de la fuerza aérea en su intento por convencer al presidente Bush y al Congreso de que otorguen el impulso final a esta nueva estrategia.
El artículo de Werner cita a “un alto funcionario del gobierno” quien dijo que el decreto presidencial que estaría preparándose para apoyar la idea presentada por el general Lord, “sustituiría la política del gobierno de Clinton, que propiciaba una utilización más pacífica del espacio, incluyendo el apoyo logístico de satélites espías para operaciones militares, el control de armamentos y pactos de no proliferación”. El periodista del New York Times resaltó que “si bien cualquier despliegue de armas espaciales afrontaría obstáculos financieros, tecnológicos, políticos y diplomáticos”, no existe ningún tratado ni ley que impidan a Washington instalar armas en el espacio, salvo las de destrucción masiva. Ni siquiera el cuarto componente del ambicioso plan de la fuerza aérea (usar las ondas radiales como “armas de diversa capacidad de destrucción”) podría ser considerado de destrucción masiva.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en mayo de 2005)
Etiquetas: EEUU 2004/2005, Estados Unidos
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