08 marzo 2013

El canto del Grillo o El voto que la velocidad pronuncia



por Roberto López Belloso

“Aquello que Grillo tenga que decirme, incluidos los insultos, lo quiero escuchar en el Parlamento. Es ahí que cada uno asumirá la propia responsabilidad”.
La frase es de Pier Luigi Bersani, líder de la centroizquierda italiana, en respuesta a un tuit de Pepe Grillo, el fenómeno electoral que con su sorprendente tercio de votos dejó a Italia sumida en una situación de suma cero (con una cámara en manos de la centroizquierda y la otra bloqueada por la centroderecha).

El humorista devenido político antisistema anunció a través de la red social twitter, la esperada postura de su movimiento Cinco estrellas: “el M5s no dará ningún voto de confianza al Pd (ni a otros). Votará en sala las leyes que reflejen su programa quienquiera que las proponga”.
En este intercambio puede verse una de las claves del abismo que separa a Grillo de los políticos tradicionales. Grillo, con la llave de un nuevo gobierno en su cuenta corriente de votos, marca su posición en una red social. Bersani reclama que se discuta en el Parlamento.
Uno quiere cambiar el lugar donde se produce el debate y la política. El otro intenta mantener las cosas “en su sitio”. Es un reflejo de lo que ya se dio durante la campaña, con Grillo negándose a las entrevistas televisivas y llevando a los medios a recoger sus palabras “a pie de movilización”.
El filósofo francés Paul Virilio pronosticaba en 1995 que en el siglo XXI se vería “en conexión con la velocidad absoluta la aparición de una perspectiva del tiempo real, que suplantará a la perspectiva del espacio real”. En otras palabras, el desconcierto de Bersani pidiendo que el Parlamento (el espacio real) sea el lugar donde se discuta la política y no a través de twitter (el tiempo real).
Según Virilio “el ciberespacio es una nueva forma de perspectiva” a la que denomina “una perspectiva táctil”. A diferencia del “ver a distancia, oír a distancia” que fue la esencia de “la antigua perspectiva audiovisual”, ahora estamos en un momento de “tocar a distancia, sentir a distancia”.

PLANETA MUTANTE. Ocurre que el fenómeno Pepe Grillo en las recientes elecciones italianas puede ser leído como un episodio más de la mutación del modo en que las personas se vinculan con “la cosa pública”. La forma, en definitiva, en la que un grupo cada vez mayor de ciudadanos -en general jóvenes, educados y de ideas avanzadas- ejerce su ciudadanía.
Una definición ya clásica de Bryan Turner dice que “la ciudadanía puede ser entendida como el conjunto de prácticas (jurídicas, políticas, económicas y culturales) que definen a una persona como un miembro competente de su sociedad, y que son consecuencia del flujo de recursos de personas y grupos sociales en dicha sociedad”.
Lo que parece haber cambiado es cómo se produce ese “flujo de recursos” y ese “conjunto de prácticas”. No solo en Italia. ¿Qué hubiera pasado con las últimas elecciones españolas si los indignados de Plaza del Sol hubiesen encontrado su propio Grillo? O en la propia aldea: más allá de que los uruguayos seamos afectos a las “fotos fijas” para congelar conceptos sin reparar en la maldición de Lezama Lima (“ah, que tú escapes, justo cuando habías alcanzado tu definición mejor”), existe consenso en que el vínculo con la política difiere bastante que el de los años del retorno a la democracia. Aquellos eran los tiempos en que un teléfono celular se veía más como un elemento de prestigio que de comunicación, un accesorio caro y de tamaño similar a una radio de la segunda guerra mundial que nuestro empresariado cargaba con esfuerzo. La descentralización del correo, que permitía colocar cartas en buzones de acrílico situados en las farmacias de cada barrio, era un verdadero avance en la velocidad de las comunicaciones. Un radioaficionado se comunicaba con un barco pesquero situado en las costas de Rocha para ubicar a alguien que tenía que ratificar su firma por el referéndum contra la ley de impunidad y, como un mariscal de campo a la Marconi, desde CX 30 Germán Araújo dirigía la operación de una lancha que iría a buscarlo para llegar a la Corte Electoral a tiempo.
La distancia (la diferencia de velocidad, diría Virilio) que hay entre ese pasado reciente y el modo en que hoy se produce la comunicación entre las personas es tal, que parecen haber mediado dos siglos y no un par de décadas.

NUEVO HÁBITUS. La política tradicional pertenece a la era de la comunicación mediada. Hoy se requiere otra cosa. Lo saben los que intentan reformular el vínculo orgánico y su mecánica en el Frente Amplio vernáculo, y lo sabe Barak Obama cuando vuelve las estrellas de su equipo a los expertos en “nuevos medios” (léase Joe Rospars, visitante de Montevideo en marzo de 2011, o su más reciente fichaje, la finesa Lena Olin).
Hoy (Virilio dixit) las redes sociales permiten una “sincronización de las emociones”. Es una forma de ver a una parte de los “nuevos” votantes, ya sean los de Grillo o ese 13 por ciento de votos en blanco en la última elección de Intendente de Montevideo. Votantes indignados que van al cuarto secreto con un hábitus que no parece diferir demasiado del “me gusta” con el que se “toma posición” en las redes sociales, a solas con el teclado pero “en red”, con sus emociones sincronizadas. Siendo esa red una cohorte de “amigos” o “seguidores” tan impersonales como una marca de carteras o tan insólitos como gente por la que se daría un rodeo para no verla en la mesa de un boliche al que se la sabe habitué.
Lo que parece claro es que el partido político en esta elección italiana dejó de ser el mediador para un tercio de los ciudadanos. Un error habitual cuando se piensan esos cambios es afirmar que ha disminuido el interés en la política. Todo lo contrario. Lo que ocurre es que se ha vuelto más “veloz” en el sentido de Virilio. Velocidad que excluye reflexión y banaliza, dirán sus críticos. Velocidad que incluye a más personas y facilita al menos la expresión de la indignación, dirán quienes estén más dispuestos a verla de modo positivo.
Aquél “yo tomo partido incluso cuando se discute la dirección del viento”, de Carlos Chasalle, que solía acompañar las invitaciones fotocopiadas a las charlas clandestinas del Partido Comunista Uruguayo en plena dictadura, está masificado al punto en que cada internauta sube o baja el pulgar ante mil y un asuntos. Aunque estar o no estar informado ya no sea parte de la ecuación.

(Artículo publicado en Brecha el 8 de marzo de 2013)