25 junio 2012

Primavera con espinas

Roberto López Belloso

Acosada por un mozo de bar en plena tarde. Manoseada por un delivery que inopinadamente la vio pasar por la calle y detuvo su moto. Atacada a las nueve de la mañana enfrente a la embajada de Rumania. Agredida en el mercado dominical en la sección de mascotas. Esperando el ómnibus junto a su esposo. Saliendo de la universidad junto a dos amigos, los cuales fueron brutalmente golpeados por intentar defenderla. Las situaciones más variadas son campo fértil para el acoso sexual en Egipto, una amplia gama de agresiones que en la mayor parte de los casos incluye la imposición del contacto físico. Ahora se debe agregar la más paradójica de las situaciones: la agresión por parte de una turba a un grupo de mujeres que protestaban en la célebre plaza Tahrir para que el fin de la violencia sexual no quedara en el debe de la primavera árabe.

El Centro de estudios feministas Nazra hizo público un comunicado en el que expresó su “profunda preocupación con respecto al alto índice de acoso y violencia sexual en contra de mujeres manifestantes en la Plaza Tahrir” ya que “pueden estar llevando a algunos a creer que esas prácticas tienen la finalidad de excluir intencionalmente a las mujeres de las manifestaciones y las protestas”.
A tono con esa preocupación, Global Voices reprodujo el testimonio de una joven, Adeena Adel, quien dijo ser “una de las muchas, muchas mujeres que ha dejado de ir a Tahrir casi completamente porque estoy demasiado exhausta de lidiar con el acoso sexual”.
Aunque analistas como Juan Cole o Philip Brenan atribuyen estos ataques a un intento de los partidarios del candidato de los militares de minar el movimiento democrático, el problema (o “cáncer social”, para usar el mismo calificativo que utiliza el Centro Egipcio por los Derechos de la Mujer, ECWR) no es nuevo. Ni en Tahrir ni en la sociedad. Al sonado caso de la periodista de CBS Lara Logan, abusada sexualmente durante las protestas en la propia plaza y ante las narices del equipo de su televisora, se suma una estadística escalofriante. Un estudio del ECWR detectó que el 83 por ciento de las egipcias ha sido víctima de acoso. De estas, la mitad ha sufrido “manoseos” y un 38 por ciento “abusos verbales”, todo esto en reiteradas oportunidades, al punto que un tercio de las encuestadas declaró sufrirlo “casi a diario”. Las violaciones, según la prensa oficialista, alcanzan las 40 mil al año, cifra considerada como subregistro dado que menos del 7 por ciento de las egipcias dijeron denunciar los abusos sexuales de que son víctima.
La productora y camarógrafa de CNN Mary Rogers, que viven en el país desde 1984, no necesita encuestas para asegurar que “si eres una mujer que vive en Cairo, es muy probable que hayas sido acosada sexualmente. Ocurre en las calles, en autobuses concurridos, en el trabajo, en las escuelas, e incluso en consultorios médicos”. Y agrega: ”yo hablo por experiencia propia”.
Para Amnistía Internacional el asunto ha adquirido los ribetes de una “epidemia” cuya propagación se alimenta por el “clima de impunidad” que lo rodea. En un intento por defenderse los colectivos de mujeres han creado sitios para mapear el abuso (http://harassmap.org) y realizado denuncias internacionales. Su lucha, al parecer, será más difícil que la de quienes buscan consolidar el cambio político.

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 22 de junio de 2012)

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