05 septiembre 2008

Crisis en Ucrania, sóviets en Estonia

Los dos aliados-rivales de la revolución naranja ucraniana de 2004, y que hoy gobiernan el país como presidente y primera ministra, volvieron a entrar en crisis. El presidente Victor Yuschenko acusó ayer a la premier Yulia Timoshenko de intentar dar “un golpe de Estado” técnico. Y como no hay mejor defensa que un buen ataque, amenazó a su vez con disolver las cámaras. Una situación que se vuelve más preocupante por el estatus regional surgido de la guerra del Cáucaso. Es sabido que Ucrania, junto a la mediática Georgia, está en el umbral de la alianza atlántica (OTAN) y si todavía no pudo entrar fue porque Rusia se opuso.

En un análisis para la agencia ria Novosti, Iliá Krámnik recordó que Occidente “cruzó el Rubicón” con los planes de emplazar el escudo antimisiles estadounidense en Europa y al alentar la independencia de Kosovo. En ese contexto situó la crisis georgiana, pero aseguró que la misma fue parte de algo más global: el resurgimiento de la vieja confrontación entre Rusia y Occidente. Al preguntarse dónde ocurrirá el próximo capítulo de esta teleserie (porque “ahora los acontecimientos de alcance mundial no son aquellos en los que estén implicadas 10 mil personas, sino donde se puedan reunir al menos diez cámaras de televisión”), arriesgó que puede ser “en el territorio ucraniano, donde se decidirá el destino no sólo de la flota rusa del Mar Negro, sino también la influencia de Moscú en Europa oriental”.

Lo que no puede obviarse cuando se mira hacia Kiev es que el presidente ucraniano estaba muy interesado en mantener la paz política interna para generar la imagen de una democracia estable y, por ende, de un aliado confiable para la otan. No parece casualidad que el combustible para los problemas con la premier se haya originado en leyes que facilitan la destitución presidencial, leyes que Timoshenko aprobó con los votos de sus aliados circunstanciales del Partido de las Regiones, que significativamente representa al electorado pro ruso del país.

La parte oeste del espacio que ocupaba la ex Unión Soviética está evidentemente en zona de turbulencia. A veces las señales son casi insólitas. Tal es el caso de dos pequeñas aldeas bálticas que el miércoles proclamaron el “resurgimiento del poder soviético” y manifestaron su disposición de “separarse de la Estonia burguesa”, según informó ria Novosti. Si bien los hastiados aldeanos pidieron el reconocimiento de Rusia, no es demasiado probable que esta iniciativa provoque en el corto plazo ninguna crisis internacional. (Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 5 de setiembre de 2008)