Georgia: fantasmas balcánicos
En un perfecto inglés, el presidente de Georgia, Mijail Saakashvili, dio su conferencia de prensa con la adrenalina de un líder occidental: intenso y controlado a la vez, motivado a defender derechos más que territorio, y dispuesto a competir en niveles de rating con los mismísimos Juegos Olímpicos de Beijing. Era difícil evitar compararlo con aquel Tony Blair de los viejos buenos tiempos.
Una y otra vez repitió que lo que estaba ocurriendo en Georgia, ante la respuesta militar rusa, era peor que lo ocurrido en los primeros días de las guerras balcánicas. Incluso el jueves, después de pactado el cese de hostilidades gracias a la intervención del mandatario francés Nicolas Sarkozy, Saakashvili acusaba a Rusia de violar el alto al fuego y realizar una “limpieza étnica” en tierras osetas. Era el retorno del fantasma de aquel gran fracaso de Occidente, cuando en plena Europa se cometieron atrocidades que parecían desterradas por la fuerza de la evolución. Al otro lado del Atlántico, su par estadounidense de seguro recordaba con embarazo la apoteósica visita a Georgia en 2005, cuando calificó a aquel país como “un faro de libertad”.
Sin embargo, apelar al paralelismo con los Balcanes no pareció ser una buena elección de los asesores de imagen del mandatario georgiano. Es cierto, en Georgia ocurrió algo muy similar a lo que pasó en la ex Yugoslavia, pero no es muy factible que Occidente quiera reconocerlo. Un territorio donde casi el 90 por ciento de la población es étnicamente homogénea, con lazos culturales directos con un país fronterizo, quiere independizarse del Estado-nación al que los límites políticos le han obligado a pertenecer. Eso, que suena tan kosovar, es lo que ocurre con la rusófila Osetia del Sur. Peor aun, entre Osetia del Sur y Georgia ni siquiera están los fuertes lazos históricos que unen el territorio kosovar a la identidad espiritual de Serbia. La principal diferencia entre ambas “crisis espejo” es que Occidente, que apoyó a los albanokosovares contra los serbios, ahora sostiene la postura contraria y se pone del lado de la “integridad territorial”. O sea que los líderes de Occidente no deben de querer ni oír hablar de los Balcanes cuando se trata el tema sudosetio. Moscú ya lo había advertido: el precedente de apresurarse a reconocer la cuestionada independencia de Kosovo alentaría separatismos similares. No en vano España fue tan reticente en seguir el entusiasmo europeo pro albanokosovar.
En el influyente diario The Financial Times, el canciller ruso Sergei Lavrov recordó que Osetia del Sur “ha disfrutado de una independencia de facto desde hace más de 16 años”, y añadió que “nadie puede sorprenderse, por tanto, de que Rusia respondiera a este asalto injustificado (de las tropas georgianas) lanzando una incursión militar en Osetia del Sur. Ningún país del mundo se quedaría de brazos cruzados mientras asesinan y echan de sus hogares a sus ciudadanos. La respuesta de Rusia ha sido completamente proporcional al ataque de Georgia contra los ciudadanos rusos y sus tropas de mantenimiento de la paz. El presidente georgiano, Mijail Saakashvili, ha afirmado que ‘salvo que el mundo entero la detenga, Rusia podría enviar sus tanques a cualquier capital europea mañana mismo’. Está claro que Georgia quiere que esta disputa se convierta en algo más que en un corto y sangriento conflicto en la región”.
La edición alemana del mismo periódico publicó un editorial que confronta esta visión de Moscú: “Cuando comiencen las negociaciones habrá que trazar una línea roja. Rusia tiene que retirar a sus tropas de los territorios separatistas. Tiene que quedar claro que Georgia es ahora más pequeña, pero que sigue disfrutando de todos los derechos de un Estado independiente. Por extraño que suene: la pérdida definitiva de Abjasia y Osetia del Sur podría terminar siendo una ventaja para Georgia. En los últimos años, estas dos regiones han sido, ante todo, una pesada carga para el país”.
Al cierre de esta edición, pese al cese formal de los combates, la zona se mantiene en riesgo. Los próximos pasos podrían ser las declaraciones de independencia en cadena de Abjasia y Osetia del Sur, las dos repúblicas rusófilas que formalmente pertenecen a Georgia.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 15 de agosto de 2008)
Una y otra vez repitió que lo que estaba ocurriendo en Georgia, ante la respuesta militar rusa, era peor que lo ocurrido en los primeros días de las guerras balcánicas. Incluso el jueves, después de pactado el cese de hostilidades gracias a la intervención del mandatario francés Nicolas Sarkozy, Saakashvili acusaba a Rusia de violar el alto al fuego y realizar una “limpieza étnica” en tierras osetas. Era el retorno del fantasma de aquel gran fracaso de Occidente, cuando en plena Europa se cometieron atrocidades que parecían desterradas por la fuerza de la evolución. Al otro lado del Atlántico, su par estadounidense de seguro recordaba con embarazo la apoteósica visita a Georgia en 2005, cuando calificó a aquel país como “un faro de libertad”.
Sin embargo, apelar al paralelismo con los Balcanes no pareció ser una buena elección de los asesores de imagen del mandatario georgiano. Es cierto, en Georgia ocurrió algo muy similar a lo que pasó en la ex Yugoslavia, pero no es muy factible que Occidente quiera reconocerlo. Un territorio donde casi el 90 por ciento de la población es étnicamente homogénea, con lazos culturales directos con un país fronterizo, quiere independizarse del Estado-nación al que los límites políticos le han obligado a pertenecer. Eso, que suena tan kosovar, es lo que ocurre con la rusófila Osetia del Sur. Peor aun, entre Osetia del Sur y Georgia ni siquiera están los fuertes lazos históricos que unen el territorio kosovar a la identidad espiritual de Serbia. La principal diferencia entre ambas “crisis espejo” es que Occidente, que apoyó a los albanokosovares contra los serbios, ahora sostiene la postura contraria y se pone del lado de la “integridad territorial”. O sea que los líderes de Occidente no deben de querer ni oír hablar de los Balcanes cuando se trata el tema sudosetio. Moscú ya lo había advertido: el precedente de apresurarse a reconocer la cuestionada independencia de Kosovo alentaría separatismos similares. No en vano España fue tan reticente en seguir el entusiasmo europeo pro albanokosovar.
En el influyente diario The Financial Times, el canciller ruso Sergei Lavrov recordó que Osetia del Sur “ha disfrutado de una independencia de facto desde hace más de 16 años”, y añadió que “nadie puede sorprenderse, por tanto, de que Rusia respondiera a este asalto injustificado (de las tropas georgianas) lanzando una incursión militar en Osetia del Sur. Ningún país del mundo se quedaría de brazos cruzados mientras asesinan y echan de sus hogares a sus ciudadanos. La respuesta de Rusia ha sido completamente proporcional al ataque de Georgia contra los ciudadanos rusos y sus tropas de mantenimiento de la paz. El presidente georgiano, Mijail Saakashvili, ha afirmado que ‘salvo que el mundo entero la detenga, Rusia podría enviar sus tanques a cualquier capital europea mañana mismo’. Está claro que Georgia quiere que esta disputa se convierta en algo más que en un corto y sangriento conflicto en la región”.
La edición alemana del mismo periódico publicó un editorial que confronta esta visión de Moscú: “Cuando comiencen las negociaciones habrá que trazar una línea roja. Rusia tiene que retirar a sus tropas de los territorios separatistas. Tiene que quedar claro que Georgia es ahora más pequeña, pero que sigue disfrutando de todos los derechos de un Estado independiente. Por extraño que suene: la pérdida definitiva de Abjasia y Osetia del Sur podría terminar siendo una ventaja para Georgia. En los últimos años, estas dos regiones han sido, ante todo, una pesada carga para el país”.
Al cierre de esta edición, pese al cese formal de los combates, la zona se mantiene en riesgo. Los próximos pasos podrían ser las declaraciones de independencia en cadena de Abjasia y Osetia del Sur, las dos repúblicas rusófilas que formalmente pertenecen a Georgia.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 15 de agosto de 2008)
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