07 junio 2002

Cachemira: La soledad rusa

A Occidente le conviene sugerir, o directamente invocar, una continuidad entre la vieja Unión Soviética y la Rusia actual. Así ganan trascendencia hechos recientes como los compromisos sobre el desmantelamiento parcial y embalage provisorio de armas nucleares, que firmaron el presidente ruso Vladimir Putin y el mandatario estadounidense George W. Bush, o los acuerdos entre el ejército ruso y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Pero cuando el nuevo inquilino del Kremlin intenta, por inocencia o descuidismo, poner a jugar esa continuidad en el tablero de las relaciones internacionales, la realidad le gana la partida al marketing político. Una cosa era la influencia del poder soviético, que dictaba la partitura para uno de los dos polos de poder mundiales, al que encarnaba, y otra muy diferente son las posibilidades que tiene la problematizada Rusia actual de influir fuera de fronteras.

Ese abismo quedó en evidencia con los fracasados intentos de Vladimir Putin de contener la escalada del conflicto de Cachemira. Putin buscó la semana pasada, sin suerte, reunir cara a cara a los líderes de India y Pakistán durante una conferencia internacional realizada en Almaty, capital de Kazajistán. Los tics de la era bipolar amplificaron los efectos mediáticos de su fracaso: la trascendencia que solían tener las jugadas de política internacional provenientes de Moscú, alimentó una expectativa que chocó con el desaire del primer ministro de India. El jefe de gobierno ruso quiso enmendar el papelón, invitando a ambas partes del conflicto a reunirse en la capital rusa, pero volvió a quedarse con las sillas vacías. Este último fracaso era bastante más previsible que el anterior: si las partes no habían aceptado encontrarse en el contexto de un foro que no tenía a Cachemira como tema, mucho menos iban a reunirse en un escenario montado especialmente, lo que hubiera implicado, en los hechos, un inicio formal de negociaciones de distensión.

El fracaso fue mayor si se piensa que la mesa estaba servida para el éxito de la iniciativa del mandatario ruso. El encuentro de Almaty fue la primera Conferencia de Interacción y Creación de Medidas Confianza en Asia (CICA), un intento de replicar a nivel asiático lo que en 1975 comenzó como Conferencia y hoy está institucionalizada como Organización para la Seguridad y la Cooperación Europea (OSCE). Institución emblema de los modestos ejercicios de diálogo diplomático entre los dos bloques durante los años de la Guerra Fría, la OSCE tenía como misión evitar, en el terreno político, que la enemistad Este-Oeste derivara al campo militar, por lo que tomaba muy en cuenta el ajedrez diplomático soviético. Por otra parte, entre los diecises países fundadores de la CICA, están varias ex repúblicas soviéticas, entre las que Putin podía esperar encontrar el contexto adecuado para que su liderazgo regional adquiriera los ribetes de liderazgo mundial que le habían negado otras crisis anteriores, como la de Kosovo, por ejemplo, en la que Rusia nunca logró posicionarse seriamente como el contrapeso eslavo de Occidente. Y finalmente, la garantía del suceso de la mediación de Putín en el tema Cachemira, parecía sostenerse en la actitud del presidente paquistaní, quien había asegurado su voluntad de reunirse con su contraparte indio.

Esta garantía clave fue, paradojalmente, la mejor evidencia de la pérdida de la influencia del Kremlin, incluso en los asuntos asiáticos. Históricamente, y en trazos gruesos, Estados Unidos y China habían apoyado a Pakistán, en tanto que el aliado estratégico de los soviéticos en el área era la India. Diez años y medio después de disuelta la Unión Soviética, quien desaira el intento mediador de Moscú no es Pakistán, sino la propia India. La exigencia del primer ministro indio para negociar cara a cara, es que Pakistán deje de brindar su apoyo a los guerrilleros islamistas que luchan por una Cachemira musulmana, y que los diálogos se lleven a cabo en uno de los dos países interesados, lo que incluso inhabilita a futuro la intentona de Putín. Inmersa en una difícil situación que puede llevarla a la guerra nuclear, la India prefiere mantener una posición de fuerza, obligar a Estados Unidos a presionar sobre Pakistán, y que la distensión corra por cuenta de la discreta diplomacia china.

==Segunda parte de siete. Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 7 de junio de 2002.

* 1- Las cajas chinas de Cachemira
* 3- Ménage-à-trois
* 4- Los cinco principios
* 5- Irán entra a escena
* 6- El miedo nuclear
* 7- Contexto

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