03 abril 2004

Chipre: líneas de muerte

Que las lenguas son más portadoras de significado que lo que sus hablantes podemos captar mientras las usamos es algo que siempre ha quitado el sueño a los traductores. No es necesario recurrir a la línea final del Hamlet de Shakespeare (The rest is silence) para sostener esta afirmación; tal vez alcance con la sonoridad serbocroata que hace que se confunda fácilmente “me duele” con “te quiero”, algo que genera en los Balcanes más de una broma sobre dentistas.

Esta ambigüedad no le debe de haber hecho ninguna gracia a los que trabajaron por la reunificación de Chipre, ya que luego de cinco años de negociaciones establecieron lo que en la jerga diplomática y comercial se conoce como “dead-line” y que aunque se traduce como “fecha límite”, significa literalmente “línea de muerte”. Se intentó tomar el “tiempo real” del conflicto chipriota (que tiene treinta años sólo en su fase más reciente) y colocarlo en el marco de las necesidades de los tiempos de la eficiencia a que la comunidad internacional parece estarse volviendo tan afecta. Tras cinco años de zurcido y collage, de escuchar e incorporar o excluir las aspiraciones de los líderes de las dos partes en que se dividió la isla a consecuencia de la invasión turca de los años 70, Naciones Unidas produjo un aceleramiento del final de las negociaciones, y elaboró un plan federal de reunificación que permitiría que las dos zonas de Chipre volvieran a ser un sólo país. Pero el proceso, que según se demostró en los hechos no estaba maduro, fue apurado con la excusa de la “dead-line” de que si se aprobaba antes de fines abril el nuevo Chipre ingresaría a la Unión Europea como país unificado.

Las reacciones negativas al plan de los líderes de ambas comunidades debieron haber dado una luz de alerta para seguir trabajando en el texto y postergar el llamado a las urnas. Sin embargo se confió más en el “dead-line” de la diplomacia que en el tiempo real que los negociadores de las partes involucradas estaban leyendo en los estados de opinión de sus representados. El resultado fue que la zanahoria del ingreso a Europa no fue suficiente, y que el 75 por ciento de los grecochipriotas rechazaron el Plan Annan. Aunque el 65 por ciento de los turcochipriotas lo aprobaron, cada comunidad tenía poder de veto, por lo que ahora Chipre, el único oficialmente reconocido, que es el de origen griego, ingresará a la Unión Europea sin su parte norte.

==Segunda parte de dos

* 1- El No de Chipre

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha 3 de abril de 2004)

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