29 marzo 2012

Entrevista con Juan Gelman: Como calor que nunca iba a morir

Por Roberto López Belloso

En entrevista con Brecha el poeta Juan Gelman detalló el rol que tuvieron los presidentes uruguayos en la investigación del caso: desde el ocultamiento de Julio María Sanguinetti y el oportunismo de Jorge Batlle, hasta la paradoja de que sea José Mujica quien haya asumido la responsabilidad del Estado. También se refirió a las infidencias y olvidos del obispo Galimberti, y recordó su primer encuentro con su nieta Macarena.

—En el discurso de aceptación del premio Reina Sofía usted citó a los griegos del tiempo de Pericles, que pensaban que el antónimo de olvido no era memoria, sino verdad. ¿Cómo se aplica esto al acto de hoy miércoles 21?

—Creo que se aplica perfectamente. Claro que la verdad entraña construcción de la memoria. Y esa construcción no se puede hacer desde un solo lado. Porque acá, desgraciadamente, está la verdad de los familiares por un lado, pero falta la otra mitad, la más opaca y oscura, la que conocen los militares. La única forma de construir esa verdad, que puede servir para construir otras cosas, es que los militares hablen. Todos los familiares necesitamos conocer la verdad de lo que pasó con nuestros de­saparecidos y necesitamos saber dónde están sus restos para darles sepultura. Usted sabe que asesinaron a mi hijo en Argentina. Sus restos fueron encontrados por el equipo argentino de antropología forense 13 años después y le pude dar sepultura. Realmente no es que eso haya hecho desaparecer el dolor, pero me dejó más en paz conmigo y con él. Además ahora tiene un lugar de memoria, que es como recuperar su historia personal, que forma parte de la historia de todos.

—Quienes están en contra de estos reclamos de verdad y justicia han hablado de la necesidad de dar vuelta la página, de la necesidad del perdón, incluso de la teoría de los dos demonios que postula que se trató de un asunto entre combatientes de dos bandos. ¿Qué opina de esos argumentos?

—Yo creo que son argumentos mentirosos. En primer lugar porque no hubo una guerra, hubo una guerra sucia. En segundo lugar porque cuando se dio el golpe aquí y en Argentina la guerrilla estaba bastante desarticulada. Al menos en Argentina, no sé si usted convalida este punto con respecto a Uruguay.

—Sí, también aquí.

—Eso se usó como pretexto y luego, para tranquilizar a ciertos sectores de las capas medias de la población, sobre ese pretexto se construyó el otro, la teoría de los dos demonios. En realidad (Ernesto) Sábato equivocó el demonio. Porque el demonio para la dictadura militar argentina fue el pueblo argentino y no la guerrilla. Y supongo que aquí pasó lo mismo. Pero claro, eso le dio a cierta clase media argentina la tranquilidad de pensar "estábamos atrapados entre dos demonios". ¡Pero por favor! Ahí la primera que sufrió fue la sociedad, y supongo que acá pasó lo mismo.

—Usted ha tenido acercamientos y distanciamientos con los gobiernos uruguayos pos dictadura en torno al tema de su nieta y de su nuera. ¿Cómo actuaron a su entender los distintos presidentes?

—En primer lugar, el doctor (Julio María) Sanguinetti, al que le planteé el asunto vía su secretario, el doctor (Elías) Bluth, había prometido ocuparse del asunto. Eso según Bluth, quien me llamó por teléfono a México. Efectivamente se ocupó: llamó al comisario (Ángel) Tauriño a San José poniéndolo sobre aviso de que yo andaba atrás de Macarena. Esa fue toda su ocupación. Yo después lo llamé a Bluth para ver qué resultados había habido, y él se me negó. Entonces con mi mujer Mara decidimos que era la hora de hacer público esto. Se inició una campaña internacional que para el caso de María Claudia recogió más de cien mil firmas de 122 países, entre ellos nueve o diez premios Nobel de literatura y de la paz. Firmó, por ejemplo, Günter Grass, el premio Nobel alemán, y el señor Sanguinetti se dio el gusto de responderle, con palabras de cuadernito azul, que todo era una campaña de largo alcance que yo llevaba. Primero dijo que era con fines electorales, pero después, como la cosa siguió después de las elecciones, dijo que era un plan de largo alcance sin explicar en qué consistía ni a dónde quería llegar. Claro que el plan de largo alcance que yo tenía era encontrar a mi nieta. Todo el tiempo él sabía quién tenía a mi nieta, pero por supuesto no abrió la boca. Lo que me divirtió fue que cuando la encontramos, él, después de días, emitió un pequeño comunicado congratulándose de mi encuentro con Macarena.

—¿Y con Jorge Batlle cómo fue el vínculo?

—Cuando nosotros llegamos a Montevideo en marzo de 2000 ya habíamos tenido contacto a través del obispo (Pablo) Galimberti, que a mi pedido actuó como intermediario con quien nosotros llamamos "la mamá de Macarena" porque fue la única que conoció, en ese entonces ya viuda del comisario Tauriño. Galimberti habló con ella, yo le mandé una carta de seis carillas en la que acumulaba datos e inferencias...pero evidentemente creo que el obispo sabía. Galimberti era el obispo de San José, Tauriño era el jefe de policía de San José, lo asistió en sus últimas horas... se debe de haber confesado si es que el obispo no lo sabía antes. Con él como intermediario nos fuimos comunicando con Maca, y Maca, que es muy valiente, quiso saber. No rehuyó el bulto. Nosotros imaginábamos qué golpe podía ser esto para una persona de 23 años que de pronto se entera de que los que creía sus padres, que la quisieron y a quienes ella quiso, no lo eran y que su historia era muy distinta. Por eso, para llevar todo en la más estricta de las discreciones, se organizó a través de unos amigos una especie de homenaje en El Galpón para que se justificara mi viaje a Montevideo. Cuando llegamos al aeropuerto nos esperaban el doctor Gonzalo Fernández y el muy amigo Eduardo Galeano, para contarnos que el presidente quería a toda costa llevarnos en ese momento no sé si a la residencia o al despacho presidencial directamente, para dar cuenta del hallazgo de Macarena. Gonzalo Fernández con mucho tino le había dicho "mire, Gelman está viajando, yo no puedo hacer esto sin consultarlo". Al ser consultado yo le dije a Gonzalo, que lo entendió perfectamente, que en ese momento yo ni siquiera conocía a mi nieta y que además necesitaba el consentimiento de ella, que no podía decidirlo por las mías. Buscamos al obispo, que estaba en un retiro, y a la mañana siguiente hicimos una reu­nión, supongo que en un local de la Curia, a la que asistieron el obispo Galimberti, mi mujer Mara La Madrid, yo, y minutos después apareció Macarena. Quiero hacer esta precisión porque parece que el obispo goza de mala memoria. Por ahí dijo que entre los presentes estaba la señora Esmeralda Tauriño. Sustituyó a Mara La Madrid por la señora Esmeralda Tauriño. Supongo que fue una actitud piadosa pero al mismo tiempo absolutamente mentirosa.

Ahí nos conocimos con Maca. Ella me preguntó "¿qué seguridad tenés de que yo soy tu nieta?". Le respondí que un 99 por ciento, pero quedaba un 1 por ciento pendiente. Ella me dijo "sí, el análisis". Empezamos a hacer los análisis de adn, y bueno, esa fue la historia.

—Luego se produjo el encuentro con Batlle.

—Maca estuvo de acuerdo y se hizo la entrevista con el presidente. Asistimos (Carlos) Ramela, Gonzalo Fernández, mi mujer y yo. Fue después de un almuerzo que el doctor Batlle había tenido con (Luis Alberto) Lacalle y el doctor Sanguinetti en el que, supongo, les habrá comunicado el asunto. En el encuentro Batlle nos dice "un amigo, al que yo veo cada seis meses me contó de la investigación de ustedes". Pienso que ese amigo al que se refirió Batlle era el obispo Galimberti. No tengo pruebas pero pienso que él ha de haber sido quien le contó de nuestros pasos.

—Lo que implica una cierta infidencia de parte del obispo.

—Pero el obispo Galimberti ya se las había permitido. Por ejemplo él filtró la carta que yo le envié pidiéndole que intercediera ante la familia con la que estaba Macarena. Por eso pienso que fue a él a quien se refirió el doctor Batlle. A todo esto la casa de gobierno estaba llena de periodistas y el doctor Batlle me dice que quiere hacer un anuncio público. Le dije "bueno, mi nieta y yo estamos de acuerdo". El presidente me preguntó qué pedido tenía. Le contesté que lo que yo quería era que se encontraran los restos de mi nuera para que descansaran al lado de los de mi hijo. Me dijo "bueno, tenemos tantos casos, hay que averiguar". Mi mujer intervino y le expresó que "hay un modo sencillo de averiguar". El doctor Batlle le pregunta cuál. Y mi mujer le contesta "hable con los militares, usted es el comandante en jefe". Batlle pegó un salto para atrás y dijo (Gelman parece imitar, tal vez involuntariamente, la voz de Batlle) "y qué quiere, que los cuelgue con clavos en los dedos para que hablen".

Hace poco leí que él se jacta de haber encontrado a Macarena. Se ve que quiso obtener un pequeño capital político al comienzo de su período. Pero las cosas fueron de otro modo. Fue gracias a la investigación de mi mujer y al apoyo y sostén no de organismos de derechos humanos como se dijo hoy (miércoles 21), sino de sobrevivientes uruguayos y de mucha gente que, apreciando nuestra soledad desde el punto de vista institucional, nos hizo llegar elementos, hasta de manos anónimas que nos hicieron llegar legajos militares. Al mismo tiempo que nosotros avanzábamos se verificaba cada paso con un equipo de La República, encabezado por Gabriel Mazzarovich, que (Federico) Fassano gentilmente cedió para que estas dos investigaciones paralelas, guiadas por la nuestra, no se mezclaran entre sí y el deseo no provocara confusiones sobre la seriedad de los datos.

—¿En qué momento se inicia el camino judicial?

—La Comisión para la Paz hizo algunos avances, insuficientes como en todos los casos. Acudí a la justicia uruguaya para que se hiciera una investigación y para determinar dónde se encontraban los restos de mi nuera. Esa primera causa fue clausurada por el fiscal (Enrique) Moller basándose en la ley de caducidad. El juez insistió, eso se elevó a Batlle, porque así era esa ley, y Batlle por supuesto lo clausuró.

El presidente Tabaré Vázquez declaró, en su acto de asunción, que el caso de María Claudia estaba fuera de la ley de caducidad. El fiscal Moller volvió a clausurar esa segunda causa que yo abrí. No sé, no estoy claro acerca de lo que hizo el Poder Ejecutivo, porque el Ejecutivo tenía el poder de hacer que la investigación siguiera. A pesar de que mi abogado apeló, hubo un tribunal de segunda instancia que le dio la razón al fiscal. También la Suprema Corte por cuestiones de procedimiento. Pero yo no sé qué pasó con la orden del doctor Tabaré Vázquez para que la investigación continuara que no se produjo. Si la hubo, no lo sé.

Al ver que estaban cerrados los caminos judiciales en Uruguay, decidí, con el apoyo de mi nieta, elevar la querella a la Corte Interamericana de Derechos Humanos porque Uruguay es Estado parte de la convención y las decisiones de la Corte en estos casos son vinculantes. Lo elevamos en 2006, primero a la comisión, que era la que decidía si correspondía pasarlo a la Corte. El gobierno contestaba dando largas, en fin. Esto ocurrió a lo largo de 2007, 2008, hasta que finalmente en 2009 la comisión decidió pasar el caso a la Corte y la Corte, después de citarnos, emitió el fallo que se conoce. Finalmente se aprobó una de las solicitaciones de ese fallo que fue lograr que la ley de caducidad ya no se interpusiera más en el camino de la verdad y de la justicia. Con el acto de hoy lo que se cumple es otra demanda del fallo. Debo decirle que no deja de ser una de esas paradojas que siempre aparecen en la historia, que una víctima de la dictadura, como el presidente Mujica, deba, en función del fallo de la Corte, asumir la responsabilidad de los crímenes de sus victimarios. Paradojas que son más frecuentes de lo que uno piensa. Yo reconozco en ese sentido que el presidente Mujica tiene el coraje moral para hacer eso.

—En una entrevista anterior usted dijo que la búsqueda de los restos tenía que ver no sólo con su historia personal sino también con cada uno de los desaparecidos. Parecería que la necesidad de reconocimiento de responsabilidad del Estado no se agota en el caso Gelman.

—Claro. Nosotros lo hicimos con ese propósito. Esto crea jurisprudencia y es un referente para que otros casos también sean investigados.

—Vuelvo a su discurso de aceptación del premio Reina Sofía y le devuelvo una pregunta que usted hizo en esa ocasión: "¿Tiene entonces la poesía que mirar cara a cara la pérdida cada vez perdida, no para hacer de ella una repetición, sino para buscar en ella algún poder afirmativo, algo que vuelva distinta la repetición?".

—La respuesta está en la propia pregunta. Hay que buscar en la pérdida algo que vuelva distinta la repetición. Porque no son dolores que se puedan apagar. El tiempo permite convivir mejor con ellos, y sobre todo la voluntad de seguir adelante y llegar a la conclusión de, por ejemplo, qué suerte que mi hijo vivió 20 años, qué suerte que mi nuera vivió 19 años, qué suerte que dejaron a Macarena.

(Entrevista realizada por Roberto López Belloso. Publicada en Brecha el 23-III-2012)