29 abril 2012

El 25 de abril

"Em cada esquina um amigo Em cada rosto igualdade Grándola, vila morena Terra da fraternidade" Zeca Afonso

"Nueva York controlada y conquistada", con estas palabras, a las 4 y 20 de la madrugada del 25 de abril de 1974, los alzados contra la dictadura portuguesa informan en código que el aeropuerto de Lisboa está en poder de los rebeldes.
Hacía poco menos de una hora que una columna de diez blindados, doce camiones transportando cien soldados, dos ambulancias y un jeep habían salido de un regimiento de caballería de Santarem rumbo a la capital. Al frente iba el capitán Salgueiro Maia.
No se dirigían a reprimir sino que eran el grueso de las fuerzas que buscaban voltear la dictadura.
Cuentan que cuando el día iba llegando a su fin y el presidente de facto Marcelo Caetano se rendía, a las lorquianas cinco en punto de la tarde, dos "altos cargos del régimen agonizante" le preguntaron al capitán Maia quién estaba al mando.
"El capitán de 29 años que se ha jugado la vida horas antes ante cinco carros blindados para salvar la revolución (...) y que morirá muchos años después, en 1992, de un cáncer, sin aceptar jamás ningún cargo político, ese hombre, Salgueiro Maia, se encogió de hombros ante estos dos gerifaltes y sin soltar el megáfono les respondió:
—Aquí mandamos todos."
El relato es de Antonio Jiménez Barca, corresponsal de El País de Madrid en Lisboa. Dos días más tarde, el propio miércoles 25, su crónica lisboeta anunciaba que aquellos "capitanes de abril" se negaron este año, por primera vez, a concurrir a los actos oficiales celebratorios de la revolución de los claveles, el alzamiento de 1974 en que la oficialidad joven portuguesa se levantó contra la dictadura de Salazar, que así se llamaba todavía aunque Antonio de Oliveira Salazar hubiera muerto cuatro años antes.
La ausencia de los homenajeados se explica en el manifiesto "Abril no se desarma" difundido esta semana por el legendario Vasco Lourenço y que puede leerse en el sitio web de los ex combatientes (www.25deabril.org). Básicamente protestan contra el ajuste "a la griega" al que el país viene siendo sometido por el gobierno actual. Frases como "las medidas y los sacrificios impuestos a los ciudadanos sobrepasan los límites de lo soportable" y "el rumbo político protege los privilegios, agrava la pobreza y desvaloriza el trabajo", son algunos de los conceptos manejados en el documento.
Aunque colocado en un segundísimo plano por una agenda noticiosa internacional focalizada en la debacle de Grecia y el tambaleo de España, ya hace un año que Portugal recibió del Fondo Monetario Internacional y de la Unión Europea un préstamo de 78 mil millones de euros. Y como contrapartida, el ajuste. Los doce meses de "rescate" fueron suficientes para que cada día 200 nuevas personas perdieran su trabajo, en su mayoría jóvenes (35 de cada cien menores de 25 años están desempleados).
La consigna principal de los actos no oficiales de este año fue elocuente: Hace falta otro 25 de abril.


"Ecco, la guerra è finita". Así comenzaba, 29 años antes del abril portugués, el editorial del Corriere della Sera escrito en primera página por Dino Buzzatti. Era el 25 de abril de 1945, que desde entonces será conocido en Italia como el Día de la Liberación.
Si la Italia de la Segunda Guerra Mundial tiene su rostro más vergonzoso en el régimen fascista de Mussolini aliado con la Alemania nazi, es en la resistencia de los partisanos donde esa deshonra comienza a conjurarse. Fueron más de 300 mil hombres y mujeres que se integraron en las 575 brigadas Garibaldi (comunistas), las 198 brigadas Justicia y Libertad (partido Acción, de centro), las 70 brigadas Mattiotti (socialistas), las 54 brigadas Del Pueblo (democristianas), la brigada Bandiera Rossa Roma (trotskista), las Mazzini (republicanos) o en alguna de las 255 brigadas autónomas.
Ya en 1944 habían creado tres grandes repúblicas partisanas, principalmente en la frontera norte, cada una con unos 80 mil habitantes. A medida que avanzaba la guerra contra el fascismo, y pese a los estertores represivos del régimen, en la primavera de 1945 los partisanos lanzaron una ofensiva con cien mil combatientes, la mitad de ellos de las brigadas Garibaldi. Importantes ciudades como Bolonia y Turín fueron liberadas antes de la llegada de los aliados, y en otras, como Ferrara y Parma, la resistencia había tomado el control de los principales puntos estratégicos facilitando la tarea de los angloestadounidenses.
Pero el verdadero símbolo de la liberación fue la insurrección de Milán. Las acciones partisanas comenzaron el 24 de abril. Siguieron otros dos días de combates contra las fuerzas alemanas que intentaban mantener sus posiciones rehuyendo lo más posible el enfrentamiento directo. Recién el 27, cuando los insurrectos se reforzaron con otras dos brigadas garibaldinas, se logró expulsar a los ocupantes por completo. El 28 las manifestaciones populares en la plaza del Duomo, al pie de la catedral, declararon a Milán como ciudad liberada.
El 25 de abril de 1945 no fue un día afortunado para los nazis. Esa misma jornada se encontraban a orillas del Elba las tropas soviéticas que avanzaban sobre Alemania desde el este y las tropas estadounidenses que hacían lo propio desde occidente. La guerra en Europa estaba decidida. En los cinco días siguientes los partisanos capturaban y ejecutaban a Mussolini en Italia y se suicidaba Hitler en una Berlín tomada por el Ejército Rojo.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 27 de abril de 2012)

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