Trabajar en Beijing
A un kilómetro y medio de la plaza de Tiananmen “se encuentra un pozo desde el cual en poco más de un año crecerá un hotel de 28 pisos. Un ejército de obreros de la construcción vive y trabaja a cielo abierto, soportando temperaturas bajísimas y vientos helados”. Así comienza uno de los reportajes del Wall Street Journal que integra la serie ganadora del Pulitzer 2007, titulado “Tanto trabajo, tan poco tiempo”.
Las condiciones descritas por el periódico estadounidense son inhumanas: “algunos trabajan en la madrugada, mientras el resto de la ciudad duerme. Otros se levantan al amanecer. Trabajan 15 horas al día o más, siete días a la semana. Al terminar la jornada se desploman en sus catres, de a 12 por cuarto”.
El periodista, Mei Fong, se concentra en la historia de uno de esos trabajadores, Wei Zhongwen, de 41 años, que lleva más de dos décadas en el oficio, durante las cuales ayudó a levantar rascacielos, shopping malls y otras megaconstrucciones en Beijing, la capital china. Ahora, la presión por terminar a tiempo las obras para los Juegos Olímpicos de 2008 es culpable de que Zhongwen lleve dos años sin ver a su hija y a su esposa. La tibia compensación está en el efecto de su dinero en la vida de su familia. “En su aldea natal, el dinero que Mr Wei ha estado enviando sirvió para construir una casa de cinco cuartos con techo de paja, para comprar un televisor a colores de 21 pulgadas, y para levantar un establo que aloja un caballo y algunos cerdos”.
La historia personal de Wei Zhongwen fue elegida por el periódico estadounidense para mostrar el costo que los obreros de la construcción pagan –en meses irrecuperables de sus vidas personales- para sostener el enorme boom de la construcción en una ciudad que tiene en obra un área equivalente al triple de la superficie total de Manhattan, en Nueva York.
Se calcula que los Mr Wei son al menos dos millones de trabajadores migrantes que provienen de las aldeas rurales de China y que ganan menos de trece pesos uruguayos la hora.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 27 de abril de 2007)
Las condiciones descritas por el periódico estadounidense son inhumanas: “algunos trabajan en la madrugada, mientras el resto de la ciudad duerme. Otros se levantan al amanecer. Trabajan 15 horas al día o más, siete días a la semana. Al terminar la jornada se desploman en sus catres, de a 12 por cuarto”.
El periodista, Mei Fong, se concentra en la historia de uno de esos trabajadores, Wei Zhongwen, de 41 años, que lleva más de dos décadas en el oficio, durante las cuales ayudó a levantar rascacielos, shopping malls y otras megaconstrucciones en Beijing, la capital china. Ahora, la presión por terminar a tiempo las obras para los Juegos Olímpicos de 2008 es culpable de que Zhongwen lleve dos años sin ver a su hija y a su esposa. La tibia compensación está en el efecto de su dinero en la vida de su familia. “En su aldea natal, el dinero que Mr Wei ha estado enviando sirvió para construir una casa de cinco cuartos con techo de paja, para comprar un televisor a colores de 21 pulgadas, y para levantar un establo que aloja un caballo y algunos cerdos”.
La historia personal de Wei Zhongwen fue elegida por el periódico estadounidense para mostrar el costo que los obreros de la construcción pagan –en meses irrecuperables de sus vidas personales- para sostener el enorme boom de la construcción en una ciudad que tiene en obra un área equivalente al triple de la superficie total de Manhattan, en Nueva York.
Se calcula que los Mr Wei son al menos dos millones de trabajadores migrantes que provienen de las aldeas rurales de China y que ganan menos de trece pesos uruguayos la hora.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 27 de abril de 2007)
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