22 diciembre 2006

El turbio cristal de Somalia

Todo depende del cristal con que se mire. El 15 de diciembre Brecha informaba de las medidas que los insurgentes iraquíes están implantando en ciudades como Mosul. Medidas absurdas como prohibir el jabón en los baños públicos y obligar a los tenderos a encapuchar a los maniquíes. Desde hace algunos meses también en Mogadiscio, capital de Somalia, se está implantando la sharia, la ley islámica de los integristas. Sin embargo, lo que en Irak resultaba para sus habitantes laicos “retroceder mil cuatrocientos años”, en Somalia implica un oasis de libertad.

Tierra de nadie, (o mejor dicho, tierra de los señores de la guerra) Mogadiscio se había vuelto invivible para sus habitantes. Algo de ese caos llegó a las retinas occidentales con la película La caída del halcón negro, de Ridley Scott. Pero los testimonios recogidos por organismos no gubernamentales permiten suponer que la realidad en el terreno era mucho peor.

En determinado momento las cosas cambiaron. Las calles de la capital somalí se volvieron seguras, y según un periodista de la BBC, los habitantes se sentían orgullosos de mostrar a los visitantes cómo había mejorado el lugar en que vivían. La causa fue la misma que le hace la vida imposible a los iraquíes de Mosul. El control de Mogadiscio había sido tomado por los “tribunales islámicos”, quienes implantaron la sharia. Nadie está por encima de la ley de dios, dijeron. Y los clanes que eran dueños de pequeños feudos de impunidad debieron someterse a la razón de las armas. La música estridente, la mezcla de hombres y mujeres en algunos lugares públicos, las ensaladas de vegetales de diverso género, y otro largo catálogo de “herejías” fueron prohibidas. Pero a nadie le importó. Por primera vez en casi una década podía vivirse en paz en Mogadiscio.

Eso comenzó a cambiar desde este jueves. Las tropas etíopes que estaban apoyando al gobierno legítimo (reconocido por la comunidad internacional) dejaron sus posiciones defensivas y comenzaron a atacar a las milicias de los tribunales islámicos. Así, el gobierno legítimo, que estaba acorralado en una estrecha franja del interior somalí, obtuvo con las armas etíopes algunas victorias estratégicas y logró tomar la capital. Ante el retiro de los tribunales islámicos (presentado por unos como una derrota y por sus voceros como una retirada táctica) comenzaron a llegar las primeras noticias sobre el regreso de la inseguridad a la ciudad. La cadena Al-Jazeera informó en la madrugada del jueves que ya se estaban produciendo saqueos.

El involucramiento directo de Etiopía en los combates puede desestabilizar todo el Cuerno de África, ya que los integristas de los tribunales islámicos (que se supone pasarán a una guerra de guerrillas) están siendo apoyados por Eritrea, país que vive una paz precaria con los etíopes desde hace poco más de un lustro. Este riesgo se vivió en el seno del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Uno de sus integrantes no permanentes, Qatar, se negó a aprobar una resolución de consenso sobre Somalia. Qatar quería que la declaración reclamara el inmediato retiro de las tropas extranjeras, algo que el resto del Consejo no estaba dispuesto a exigir. El llamado de los islamistas a que lleguen combatientes de otros países musulmanes para pelear una “guerra santa” contra el invasor, hacen temer por un 2007 violento en Somalia. La corta temporada de la pax integrista parece haber terminado para los habitantes de Mogadiscio. Tal vez a quienes sufren la sharia en la relativamente lejana Mosul les cueste entenderlo. Pero todo se ve distinto a través del turbio cristal de Somalia.

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 29 de diciembre de 2006)

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