18 agosto 2003

La literatura como refugio

Hay sin embargo un parelelismo menos desagradable entre la vida diplomática del autor y los avatares de sus personajes: y es el que muestra a la literatura como vía de escape ante las ingratitudes del servicio. A lo largo del libro, en medio de las intrigas de los intérpretes, las audiencias en el diván del visir, las difíciles relaciones con los líderes religiosos, la dureza del entorno, y los avatares de la vida doméstica, los cónsules se encuentran con lo mejor de sí mismos cuando se dedican, aunque sea por unas horas, a los manuscritos que están escribiendo. Un tratado entre militar y político, en el caso del primero de los cónsules austríacos; la epopeya de Alejandro Magno en verso, en el caso del cónsul francés: “Hacía ya varios años que Daville trabajaba en el proyecto de un gran poema épico sobre Alejandro Magno. Concebido en veinticuatro cantos, esta epopeya se había convertido en una suerte de diario íntimo del cónsul. Trasladaba todas sus experiencias en el mundo, sus pensamientos sobre Napoleón, sobre la guerra, la política, sus deseos y aflicciones, a los tiempos remotos y las circunstancias nebulosas en las que había vivido su héroe principal”.

Transcurrido el tiempo, desaparecida la segunda Yugoslavia, bajo cuya bandera Andric recibió en 1960 el Premio Nobel de Literatura, y a punto de extinguirse la tercera, la figura de este escritor emerge a medio camino entre la aceptación académica y el olvido. En las librerías de Sarajevo, Zagreb y Belgrado que ofrecen libros en inglés, están indefectiblemente las traducciones de Un puente sobre el Drina y de Crónica de Travnik, pero si se habla con algunos escritores bosnios o serbios de hoy, carecen de entusiasmo al referirse a su legado. En Belgrado, incluso, no es fácil dar con el apartamento en el que vivió, cerca del Parlamento, y que hoy ha sido convertido en museo.

Hijo de croatas católicos, los croatas de derecha, como Ivo Bogdan, intentan mostrarlo alineado a la postura colaboracionista del régimen croata ustachi de los años cuarenta. Diplomático e intelectual muy cercano a los serbios, Belgrado prefiere destacar su período de estudiante rebelde contra los austrohúngaros y sus años consagratorios, dejando en la nebulosa sus meses en la embajada en Berlín. Nacido en una ciudad bosnia y habiendo situado en Bosnia una trilogía que es lo más reconocido de su obra (Un puente sobre el Drina, Crónica de Travnik, y La señorita de Sarajevo), los bosniomusulmanes no aceptan esos dos hechos como suficiente prueba de pertenencia, y prefieren reivindicar otros autores, como Selimovic, autor de El derviche y la muerte. En definitiva, y a pesar de que se trate de un gentilicio que cada vez se hace más anacrónico, las contradicciones que debió manejar Andric a lo largo de su agitada vida (1892-1975), parecen situarlo, esencialmente, como yugoslavo.

==Tercera parte de tres

* 1- Crónica de Travnik: La amargura de los cónsules
* 2- El pacto con el Eje

(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha en agosto de 2003)

Etiquetas: , , ,