Hussein entre la horca y el reality show
Una vez cumplida la orden del tribunal surgieron otras responsabilidades. Menos de fondo que las de las tropas de ocupación, pero con la potencialidad de actuar a futuro como combustible en la guerra civil que vive Irak. La filmación de los últimos instantes de vida del ex dictador y del momento exacto de su ahorcamiento –tomada con un teléfono celular- amplificó el carácter de martirio que tuvo la muerte de Hussein a ojos de sus seguidores. La tranquilidad con la que se dirigió al cadalso. El desprecio con el que respondió a las burlas y provocaciones de sus captores, y en especial una frase, convenientemente –o por azar- filmada en contrapicado, en la que recriminó a quienes le insultaban (“así que esto es vuestro coraje”). Una última escena que da pie a que los restos del partido Baas, estructura de poder de Hussein durante su cuarto de siglo de dictadura, piensen en un “continuará” más que en un punto final.
La investigación sobre quién hizo esa filmación no autorizada tuvo revelaciones inesperadas. Se supo, por ejemplo, que quienes llevaron adelante la ejecución no fueron los funcionarios públicos autorizados a hacerlo, sino que su lugar fue tomado –a la fuerza- por milicianos chiitas. De este modo, lo que iba a ser un acto soberano del gobierno iraquí, terminó siendo un acto más de ilegalidad en un país que vive alejado del estado de derecho.
Paralelamente se viene desarrollando un “proceso público” en el campo de la deontología. ¿Es ético publicar las imágenes en movimiento de una ejecución? Ampliamente difundido en internet, el video sobre el ahorcamiento de Saddam también permitió llegar –por el camino de la curiosidad o el deseo de estar informado- a sitios especializados en la difusión de imágenes de ejecuciones (legales o cometidas por grupos irregulares). Foros de debate on-line, artículos periodísticos, discusiones de café, se han convertido en el ámbito en que los consumidores discuten la pertinencia de los productos que se les ofrecen desde las góndolas virtuales. Empaquetado en el sudario del martirio o envuelto con el vidrioso celofán reservado a los villanos, Saddam Hussein es un producto que se seguirá vendiendo, al menos mientras mantenga su nivel de toxicidad actual.
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(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 5 de enero de 2007)
La investigación sobre quién hizo esa filmación no autorizada tuvo revelaciones inesperadas. Se supo, por ejemplo, que quienes llevaron adelante la ejecución no fueron los funcionarios públicos autorizados a hacerlo, sino que su lugar fue tomado –a la fuerza- por milicianos chiitas. De este modo, lo que iba a ser un acto soberano del gobierno iraquí, terminó siendo un acto más de ilegalidad en un país que vive alejado del estado de derecho.
Paralelamente se viene desarrollando un “proceso público” en el campo de la deontología. ¿Es ético publicar las imágenes en movimiento de una ejecución? Ampliamente difundido en internet, el video sobre el ahorcamiento de Saddam también permitió llegar –por el camino de la curiosidad o el deseo de estar informado- a sitios especializados en la difusión de imágenes de ejecuciones (legales o cometidas por grupos irregulares). Foros de debate on-line, artículos periodísticos, discusiones de café, se han convertido en el ámbito en que los consumidores discuten la pertinencia de los productos que se les ofrecen desde las góndolas virtuales. Empaquetado en el sudario del martirio o envuelto con el vidrioso celofán reservado a los villanos, Saddam Hussein es un producto que se seguirá vendiendo, al menos mientras mantenga su nivel de toxicidad actual.
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(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 5 de enero de 2007)
Etiquetas: Irak 2005/2007, Periodismo
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